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Las primeras respuestas ante la “cuestión social”

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surgida a raíz de la Revolución Industrial y del gran desarrollo del capitalismo industrial, que provocaron la aparición del problema del proletariado: unas ingentes masas de población empleadas en esta faceta económica y que vivían en la mayor estrechez, en unas condiciones realmente terribles, quedando además bajo la influencia demagógica de propuestas “redentoras” de su situación, como el marxismo y el anarquismo.

Actuación de la Iglesia

Con frecuencia se ha acusado a la Iglesia, incluso desde dentro de ella, de haber dado una respuesta con retraso. Pero hay que advertir, por una parte, que a la encíclica Rerum novarum (1891) de León XIII le precedieron gestos, hechos y alusiones en documentos del Beato Pío IX; y, por otro lado, también se desarrollaron previamente soluciones ofrecidas por diversos hijos de la Iglesia, tanto clérigos como seglares, y surgió así todo un movimiento conocido como “catolicismo social”.

Conferencias de Caridad

Entre una caridad más clásica y un modelo de respuesta nueva a la “cuestión social” se hallan las “Conferencias de San Vicente de Paúl” del Beato Antoine-Frédéric Ozanam (1813-53), profesor casado de la Universidad parisiense de la Sorbona que deseó que la doctrina fuera unida al testimonio de una caridad operante. La labor de estos círculos consistiría en la exposición de la doctrina y la asistencia material y espiritual a los pobres, sobre todo de una manera personal y a través de visitas. Se optó por una visión evangélica de los pobres, la búsqueda de la pobreza de los propios socios y el fomento de la justicia social y del desarrollo humano, y desde bien pronto gozó del apoyo de Pío IX.

Primeras respuestas doctrinales

Entre las primeras respuestas doctrinales nos encontramos con las reflexiones hechas por pensadores como el sacerdote catalán Jaime Balmes (1810-48) y el político extremeño Juan Donoso Cortés (1809-53), sobre quienes se ha debatido si son los precursores en España del “catolicismo social”. Sin duda alguna, diagnosticaron con acierto los males del liberalismo y del socialismo en sus propias raíces filosóficas, previeron (a veces como auténticos profetas) las funestas consecuencias a que conducirían y advirtieron que sólo en el catolicismo se podría encontrar la clave para superar la “cuestión social”. Pero, por otro lado, no pudieron aún ofrecer unas soluciones concretas realmente adecuadas, sino que en general pensaron que lo fundamental estaba en la práctica de la caridad por parte de los ricos y la resignación de los pobres, y entendían aquélla esencialmente como limosna, si bien es cierto que la concebían como una forma de redistribución de la riqueza, que permitiera nivelar mejor las diferencias económicas. En cualquier caso, la labor de ambos pensadores estuvo más en el terreno de los principios y, desde luego, el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo de Donoso debe ser considerado como una de las obras maestras de la teología de la Historia.

Fuera de España, no hay que olvidar las propuestas hechas por algunos “socialistas utópicos” cristianos en Francia, habitualmente ajenos a la verdadera realidad e impregnados en más de una ocasión de ciertos tintes neopelagianos. Sin embargo, mayor relieve tienen las quejas de varios obispos franceses desde inicios de los años 1830, como los de Annecy, Cambrai, Lyon, Rouen y París, condenando el trabajo de los niños, el excesivo horario laboral (hasta 14 horas diarias), la explotación de los trabajadores manuales, etc.