Esta devoción de las trece invocaciones es muy antigua. Ya el mismo número trece nos hace pensar al día de la fiesta del Santo (13 de junio). También por TRECENA se entiende los trece días que preparan dicha fiesta (del 31 de mayo al 12 de junio) y los famosos Trece Martes inmediatamente anteriores al 13 de junio, pero que también los devotos, los hacen frecuentemente en cualquier época del año.
Tradicionalmente la oración de las trece invocaciones se recita cada martes del año en su Basílica de Padua después de la misa vespertina y actualmente, gracias a los medios de comunicación puede ser seguida en directo vía streaming a través de la página web de la Basílica.
El origen del martes y del trece se remonta a la fecha del entierro del Santo. Sabemos que San Antonio murió en la Arcella el viernes 13 de junio de 1231 y fue enterrado en la capilla de Santa María Mater Domini, en su convento de Padua el martes siguiente, o sea el 17 de junio. Se lee en la primera biografía de nuestro Santo (Assidua) que ese martes 17 de junio de 1231, realizó su primer milagro post mortem. "Sin hacerse esperar, aquel mismo día, muchos aquejados de diversas enfermedades fueron llevados junto a la tumba e inmediatamente recuperaron la salud por los méritos del bienaventurado Antonio. En efecto, apenas un enfermo lograba tocar el Arca, rápidamente gozaba de encontrarse libre de toda enfermedad".
La primera invocación
1. Oh glorioso san Antonio, que has tenido el poder de resucitar a los muertos, despierta mi alma de la apatía y obtiéneme una vida fervorosa y santa.
Esta súplica tiene su fundamento en los tantos milagros que el Santo realizó durante su vida mortal, algunos de los cuales fueron la resurrección de muertos. La primera biografía del Santo, la Assidua, recoge dos milagros de niños, resucitados por intercesión del Santo, invocado con gran confianza por los padres de estos: una niña de Padova, llamada Eurilia, ahogada en una fosa fangosa y un niño, hijo de un tal Domingo, ahogado en un lago cerca de la ciudad de Comacchio. Por su parte Bartolomé de Pisa nos cuenta de otro doble milagro: bilocación y resurrección, realizado mientras estaba en vida nuestro Santo. San Antonio se encontraba en Padua y allí supo, en modo misterioso, que su padre era juzgado y acusado falsamente de la muerte de un joven, en Lisboa. Sin moverse de Padua apareció en Lisboa y mandó al muerto a alzarse y declarar quién lo había matado, logrando así que su padre fuera liberado.
Son cosas éstas que siempre han provocado, no sólo la duda sino el mismo desprecio de muchos, pero los milagros son la respuesta de Dios a la fe de la persona que ora... "si tuvierais fe como un granito de mostaza....". Además, Jesús dijo en la última cena: "En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre" (Jn. 14, 12). Y nuestro Santo creía de verdad. Era ante todo un hombre de fe.