Y me parece interesante el enfoque que hace sobre las motivaciones que denomina trascendentes. Y fijándose en la familia, anima a los padres a que la utilicen de continuo.
La motivación trascendente hace que la persona se mueva por ayudar los demás: “si me tengo que esforzar en el estudio, lo hago porque así me prepararé mejor para -en el futuro- poder ayudar mejor a los demás”.
Fernando señala que, normalmente, entran en juego los tres tipos de motivación, pero con intensidades diferentes, siendo una de ellas la que se convierte en dominante. Y, atención, si las hijas y los hijos se acostumbran a hacer las cosas por un premio, no debe extrañarnos que el día de mañana sean personas materialistas. Si las acostumbramos a que estudien o se sacrifiquen para ser las/los mejores, tienen muchas probabilidades de terminar en personas egocéntricas. Y todo esto, se aprende a través del modelo que ofrecemos los padres, educadores y la Tv.
Termino con la siguiente consideración que hace Fernando. Mientras nos afanamos en contemplar -con mucha frecuencia- motivaciones que apuntan a lo material y lo intelectual, es curioso que lo que realmente más tenemos en estima -la vida- solamente somos capaces de entregarla por motivaciones trascendentes: ”Ningún ser humano ha dado su vida por TENER o por SABER y sí que son millones las personas que a lo largo de la historia han aceptado dar su vida por otras personas“.