13 DE MARZO – Eufrasia vivió en el siglo V. Era hija del gobernador de Licia, Antígono, y de su esposa, Eufrasia. Al nacer la niña, los padres se dijeron “ya que Dios nos ha concedido una heredera, contentémonos con ella y vivamos en castidad, dedicados a las cosas de Dios”. Antígono murió justo al año.
Al cumplir Eufrasia cinco años, el emperador San Teodosio I, que había tomado a la viuda y la niña bajo su protección, decidió ajustar un matrimonio ventajoso para ella, con el hijo de un rico senador romano, para cuando tuviera edad suficiente. Pero como tendría que esperar muchos años, el senador pretendió casarse con la madre, que se negó rotundamente, y se retiró a Egipto, donde conoció a eremitas y monjes de la Tebaida.
Allí comenzó a visitar el monasterio de Santa María, fundado por San Cirilo de Alejandría y Santa Sara en 432, donde hizo amistad con las monjas, a las que socorría, y estas se prendaron de la pequeña Eufrasia. Algún tiempo después, la joven recibió el hábito religioso.
Pero cuando cumplió los 12 años, el emperador la reclamó en Constantinopla para casarse con su prometido. Ella le escribió una carta, en la que le imploraba le permitiera seguir su vocación, y que dispusiera sus bienes en beneficio de los pobres. Teodosio, convencido de su vocación, la dejó en paz y disolvió su compromiso.
En plena adolescencia comenzó para ella otra lucha, la de las tentaciones. Fue enviada a la cocina, a cortar la leña para el fuego, a cocer el pan y los alimentos. Aunque por estas duras tareas estaba exenta de asistir a los oficios de medianoche, nunca dejó de ir al coro con las demás. Dios la favoreció con el don de hacer milagros, y expulsar los malos espíritus.
Un día, la santa abadesa Sara tuvo una visión y entendió, que Dios llamaba a su hija espiritual junto a Él. Casi de inmediato, la joven Eufrasia que contaba los treinta años, enfermó de fiebres y cuando estaba a punto de morir, otra monja que la quería mucho, Santa Julia, le pidió ser su compañera en el cielo, como lo habían sido en la tierra. Eufrasia le reveló que la seguiría en breve. Fue enterrada Eufrasia junto a su madre. Julia lloró tres días sobre su tumba y al tercer día murió, siendo enterrada junto a Eufrasia. Treinta años después, Sara se sintió morir y supo que era Eufrasia que la llamaba junto a Dios. Fue enterrada en el mismo nicho que Eufrasia y Julia.