El 10 de Agosto de 1519, entre salvas y disparos de lombardas, partía desde el sevillano
muelle de las Muelas una expedición de cinco barcos con una tripulación de 245 hombres al mando de Hernando de Magallanes. Tres años y algunos días después, el 8 de septiembre de 1522, tan sólo uno de los barcos que inició la expedición lograba regresar a Sevilla, la Nao Victoria, capitaneada por Juan Sebastián Elcano.
A bordo, sólo 18 hombres al límite de sus fuerzas, “habían llegado a comerse el cuero de sus correas una vez acabaron con las ratas del barco”. Sólo el indomable tesón de Elcano mantuvo la moral de sus hombres para hacer frente a tanta adversidad. El también guipuzcoano Elías Salaverría representa aquí el momento en el que Elcano y la tripulación de la nao Victoria desembarcan en Sevilla.
Al muelle acuden las autoridades de la ciudad y los miembros de la Casa de la Contratación en pleno, junto a un numeroso público que contempla silencioso y estupefacto los espectros que van descendiendo lentamente de la desvencijada nave.
Están famélicos, con el rostro desencajado y la mirada perdida en el infinito. Descalzos y con los blusones rasgados, reciben los velones encendidos que les ofrecen. Se dirigen a las iglesias de Nuestra Señora de la Victoria y Nuestra Señora de la Antigua, en acción de gracias, después de haber completado la primera vuelta al Mundo.
Carlos I los recibió en Valladolid y concedió a Juan Sebastián Elcano una renta anual de 500 ducados en oro y un escudo de armas, cuya cimera era un globo terráqueo con la leyenda Primus circumdedisti me (“El primero en rodearme”). Y además, las especias que traía consigo la nao Victoria cubrió con creces los gastos de toda la expedición.
La Fundación Nao Victoria desea convertir cada 8 de septiembre, en una jornada festiva en la que el Guadalquivir pueda ser escenario del desembarco conmemorativo de Elcano y sus hombres a bordo de la Nao Victoria.
V I D A
ELÍAS SALAVERRÍA INCHAURRANDIETA (Lezo, Guipúzcoa, 16 de abril de 1883-Madrid, 14 de julio de 1952), centra la mayoría de su producción en temas vascos, y su estilo es de un realismo casi fotográfico, lo que le convirtió en un reconocido retratista; entre sus encargos figuran los de Alfonso XIII, la reina María Cristina y un gran elenco de personalidades de la época. El 15 de mayo de 1944, lee su discurso de ingreso como académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.