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De Teodosio I a Teodosio II

Saqueo de Roma por los bárbaros en 455 dc. Oleo por kari Bruillov siglo XIX

A la muerte de Teodosio I, en el año 395, sus dos hijos, Arcadio y Honorio, se dividieron el Imperio, quedando Arcadio con el Oriente y Honorio con el Occidente. La lucha contra el paganismo, el avance y consolidación del Cristianismo siguieron a la par en ambos Imperios, no obstante las deficiencias de ambos emperadores en el gobierno de sus Estados.

En el Occidente

El reino de Honorio (395-425) fue un conjunto de debilidades de la autoridad. Frente a las invasiones de los pueblos germanos, defendió Estilicón al Imperio; pero, al desaparecer éste, ya no se les pudo contener.

Valentiniano III (425-455) continuó la misma política de debilidad. Adoptó para el Occidente el Codex Theodosianus. Al ser asesinado en 455, su esposa llamó a los vándalos, cuyo rey, Genserico, entró y saqueó a Roma. Los siguientes emperadores fueron puestos y quitados por los mismos invasores, hasta que el último, Rómulo Augústulo, fue definitivamente eliminado el año 476.

En Oriente

Arcadio (395-408) siguió, como Honorio, una política débil, pero enteramente religiosa, y supo mantener el Oriente contra las incursiones exteriores.

Teodosio II (408-450) tuvo muchos altibajos. En general, fue débil y dejó el gobierno a sus favoritos. Gracias a su hermana Pulquería, insistió en la campaña contra el paganismo, si bien por otra parte favoreció al nestorianismo. Su mejor timbre de gloria es la publicación del Codex Theodosianus, que reúne toda la legislación romano-cristiana.

El Imperio Bizantino

Mientras el Imperio de Occidente se desmoronaba, el de Oriente fue adquiriendo cada vez más esplendor, y poco después llegó a su apogeo.

Pulqueria (450-457) y León I (457-474)

Con su varonil energía, Pulqueria supo defender al Imperio y a la Iglesia. León I tiene el gran mérito de haber sabido mantener la cohesión del Imperio frente a la presión exterior. En lo religioso siguió fielmente al Concilio de Calcedonia de 451.

Al mismo tiempo se iba constituyendo el Imperio bizantino en sus características, que son: en primer lugar, gran fastuosidad y exuberancia, que hallaron su expresión en el ceremonial de la corte y en el arte bizantino; en segundo lugar, el absolutismo de los emperadores, que se manifestaba en sus intromisiones en asuntos religiosos.

Zenón y Anastasio (474-518) - Zenón, más bien favoreció la ortodoxia. Anastasio, en cambio, se dejó llevar de su afición al monofisitismo. El Imperio bizantino se fue afianzando cada vez más. Justino (518-527) inició un cambio decidido en favor de la ortodoxia. Ya en su tiempo intervino activamente Justiniano I.

Justiniano I (527-565)

Este gran emperador personifica al Imperio bizantino. En unión y colaboración con la emperatriz Teodora, lo elevó política y religiosamente a su máximo esplendor. Territorialmente ensanchó sus límites hasta Italia y España. Su obra legislativa ha quedado inmortalizada con la publicación del Codex Justiniani, las Novelas y el Digesto. Estas obras constituyen el esfuerzo mayor realizado hasta entonces. En lo religioso fue siempre defensor de la Iglesia y fomentó las misiones. Con el celo mejor intencionado, tuvo algunas intervenciones en asuntos eclesiásticos, que más bien dañaron a la Iglesia. En general, constituye su reinado el punto culminante del Imperio bizantino cristiano.

Sucesores de Justiniano

El Imperio bizantino perdió mucho de su brillo exterior. En él se iniciaron aquella serie de intrigas que lo caracterizaron en lo sucesivo; pero esto no obstante, se protegió a la Iglesia. Por desgracia, los grandes emperadores del siglo VII, Heraclio (610-641) y Constante II (641-668), favorecieron directamente a la herejía monoteleta. Constantino IV Pogonato (668-685) cierra este periodo gloriosamente con el Concilio Trullano I, en que se condenó al monotelismo.

Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.J.