San Julián fue hijo único de una noble y rica familia que lo educaron en nuestra religión, tenía su voto de castidad cuando al cumplir los dieciocho años sus padres se empeñaron en que contrajese matrimonio con una joven de igual nobleza, llamada Basilisa. Temeroso de faltar a su voto y desobedecer a sus padres, acudió al Señor con la oración y el ayuno. Por celestial revelación le fue dado a conocer que con su esposa podría guardar la anhelada virginidad. Julián y Basilisa fueron milagrosamente arrastrados hacia el amor virginal; apareciéndoseles Nuestro Señor Jesucristo, que aprobó su determinación de conservarse castos. Desde aquel día consagraron sus vidas a los demás. Repartieron sus bienes entre los pobres y se retiraron a vivir en dos casas sitas a las afueras de la ciudad convirtiéndolas en monasterios. A la de Julián acudían hombres de todas las clases sociales, para que les guiase con sus santos consejos. A la de Basilisa una multitud de muchachas que, con el ejemplo de su virtud, muchas de ellas abrazaban la vida religiosa.
Diocleciano y Maximiano ordenaron apresar y encarcelar a Julián y a cuantos con él residían en su monasterio.
San Julián profesó con gran valentía ante el tirano su fe en Cristo Jesús. Hay expectación en la gente cuando Marciano, el juez, increpa con solemnidad a Julián: "Adora a los dioses". "No hay más omnipotente que Dios, Nuestro Padre". "Obedece los decretos del emperador". "Jesucristo es mi único César". "¿Crees en un Crucificado?" "Él tiene escuadrones inmortales". "Marcharás a la muerte". "El emperador de Roma también es polvo y en polvo se convertirá". "¿Te ríes de nuestros dioses y de nuestro emperador? Ante los tormentos no habrá réplicas". Marciano, viéndose fracasado intenta cambiar de táctica para vencerle: "Tus padres, Julián, fueron nobles. Te daremos honores". "Desde el cielo me alientan a permanecer fiel a mi santa religión".
El magistrado condenó a Julián a morir degollado. Su gloriosa muerte arrastra hacia la fe en Cristo a muchos paganos que admiran su firmeza.