Están situadas, sin razón alguna, debajo de las banderas de Haití, Costa Rica, El Salvador, Perú y México. Y es que las enseñas de todos los países de Iberoamérica cuelgan de los muros que rodean la capilla de la patrona de la Hispanidad.
¿Pero qué hacen allí esas bombas? Están restauradas y niqueladas, y son en verdad un homenaje a la Virgen, un ex-voto más bien.
La madrugada del 3 de agosto, una noche de luna
El suceso se produjo en la madrugada del día 3 de agosto de 1936, al inicio de la contienda que liberó a España del caos y las garras del comunismo. Un Fokker trimotor
de las Líneas Aéreas Postales Españolas, militarizado por la República, con base en el Aeropuerto del Prat de Barcelona, lanzó cuatro bombas sobre Zaragoza.
El avión volaba a baja altura, a unos 150 metros. Dio varias pasadas, llegando incluso a rozar las torres del Pilar. Parece ser que iba camuflado con la enseña del bando nacional.
En cualquier caso, el piloto pudo sobrevolar tranquilamente el templo y la plaza del Pilar esperando el mejor momento para lanzar su carga. No había baterías antiaéreas para ahuyentarlo. Así lo relató Tomás Burillo, uno de los testigos del suceso: “velábamos a causa
de una enfermedad de mi señora. A mí me pareció un avión y me asomé a la ventana. Vi volar el avión una y otra vez alrededor del Pilar. Comprendí de qué se trataba y estuve a punto de disparar sobre él con un arma larga que entonces poseía. Pero temí equivocarme. Agucé el oído y sentí el zumbido de algo al caer. Ese zumbido me puso en guardia y bajé a la plaza a comprobarlo. Me acompañaron una hermana y un hermano. Y vimos la bomba. Avisé entonces al Parque de Artillería y rápidamente acudieron en un coche un capitán y varios números.”
El impacto
La primera bomba cayó en la misma plaza del Pilar, frente a la calle Alfonso, la que descubrió Tomás Burillo. Quedó incrustada de pie en el pavimento, haciendo saltar
los adoquines, y creando en el suelo la caprichosa forma de una cruz. Hoy una placa todavía rememora la fecha y el lugar exacto donde cayó el proyectil. Las dos siguientes,
impactaron directamente sobre la Basílica, fracturándose tras el impacto y la perforación
de la bóveda. Una atravesó el techo dando en un nervio de la bóveda de descarga de la
cúpula de la Santa Capilla, como puede comprobarse hoy a simple vista. La otra cayó en el coreto, dañando en el marco el mural de Goya y el órgano. A pesar de las diversas
reformas llevadas a cabo a lo largo de los años, ambos impactos se han conservado intactos y visibles.
El cuarto proyectil, quizás destinado a destruir el paso del Puente de Piedra, cayó en el río
Ebro y las aguas se lo tragaron para siempre.
Un “milagro” singular
Tras la mortífera descarga, de 50 Kg. cada bomba, el trimotor pilotado por el alférez Manuel Gayoso desapareció en la lejanía.
El periódico anarquista catalán “Solidaridad Obrera” festeja la “hazaña” al día siguiente, dedicándole su primera página con el titular: “Zaragoza a punto de rendirse. Ayer por la tarde nuestros aviones bombardearon el Templo del Pilar”. Y en su edición del día 5 completaba su información: “El Templo del Pilar destrozado”. Sin embargo, ninguna de las bombas explotó.
Las que cayeron en el interior del templo, quedaron despedazadas. Pero la que impactó en la calzada de la plaza fue retirada al Parque de Artillería y analizada. El informe de balística emitido por el teniente coronel director, don Manuel Cella, concluía así: “Hemos visto la que cayó en la plaza, que quedó entera y en la que se pudo recoger íntegro su aparato de toma de fuego. De su examen se deduce que la espoleta funcionó, su aguja hirió y dio fuego a la cápsula fulminante, principio de la cadena antes señalada. Que esta cadena estaba completa (pólvora, cebo y multiplicador) pero su orden, cuando la vimos, no era el debido, ya que a continuación de la pólvora venía el multiplicador y a la mitad de éste, el cebo de nitruro, que aparecía intacto.”
Otro aspecto a considerar es la altura desde la que fueron lanzadas. Los pilotos militares saben que bombas como éstas requieren una altura determinada de lanzamiento para efectuar su “armado”. Posiblemente, con la obsesión de acertar plenamente en el objetivo, la tripulación descendió demasiado, no dando tiempo a la espoleta de la hélice a girar para soltar las dos masas de seguridad. De haber ido quinientos metros más alto, las bombas sí habrían explotado. Pero a lo mejor no hubieran acertado el objetivo a esa altura.
Así pues, queriendo o sin querer, por descuido o por ignorancia, sí hubo un milagro, pues las bombas no explotaron. La Providencia simplemente nubló la mente de quienes querían atentar contra el primer altar levantado en la Península Ibérica a la Santísima Virgen.
Datos útiles:
– Horarios de la Basílica: de 06.45 a 20.30 horas
y hasta las 21.30 horas los domingos y festivos.
– Museo Pilarista y Ascesor a la torre:
de 10.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 20.00 horas.
Para saber más:
– “La Virgen del Pilar - Historia breve de su culto y
su templo”. Leandro Aina Naval. Ex-Libris. Zaragoza
1969.
Página web: http://www.basilicadelpilar.esReconstrucción
diurna del ataque