Esta disposición de escucha atenta, permite que la persona que cuenta lo que le agobia, se sienta comprendida y aliviada.
Ahora voy a centrarme en otra barrera que conviene examinar para ver cómo andamos en el ámbito comunicativo con los que nos rodean: nuestra disponibilidad.
Las prisas, el trabajo, los quehaceres e intereses personales, pueden inclinarnos al activismo, a querer llegar a todo y centrarnos en “lo nuestro”. Y ese enfoque continuo hacia lo nuestro nos aísla y establece una barrera entre yo y los otros. Así, vivimos ensimismados por “lo que tenemos entre manos”: mi trabajo, mis objetivos, mis cosas, mi descanso, mi “necesidad” de saberlo todo y sumergirme continuamente en Internet para satisfacer esa curiosidad…
Qué determinante puede ser pararse a examinar cómo ando de disponibilidad con mi mujer, mi marido, mis hijas/hijos, mis amigas/amigos, mis colegas… Y fruto de ese parón contemplar estas dos propuestas:
1.- Reflexionar sobre estas preguntas: ¿Transmito confianza, cercanía, en mi entorno? ¿Los demás cuentan conmigo? ¿Miro a los ojos y acierto a descubrir algo en la mirada de los que me rodean?
2.- Pensar en los rasgos que debería tener la persona a la que acudiríamos para confiarle una preocupación seria o desahogarnos de una inquietud que nos agobia. Este ejercicio puede ayudarnos a descubrir las condiciones que tendría que tener esa persona, para así, contrastándola con nuestra personalidad avanzar un poco en la forja de ese perfil de persona afable, cercana, serena, que sabe estar accesible y disponible para los demás.
Aseguro una cosa: ¡merece la pena “esforzarse” en la forja de dicha personalidad porque, sin duda, mejoraremos nuestra disponibilidad y transmitiremos confianza a los que viven en nuestro entorno!