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La Ermita de San Antonio del Valle, en Lisboa

Escritor

Esta zona oriental de la ciudad – una ladera escarpada que desciende desde lo alto de nuestro conocido Monasterio de San Vicente hasta el río Tajo es hoy en día una amalgama arquitectónica sin definición de edificaciones de diferentes épocas, pero en la que aún se pueden encontrar inmuebles con el viejo sabor de la arquitectura típica de Lisboa, arropando la pequeña capilla.

En vida del Santo, ésta sería una zona abierta, de huertos y campos, en la que despuntaba una pequeña ermita dedicada a la Virgen, bendiciendo el río y sus navegantes.

Esperando una mar favorable

Según la tradición, aquí se detuvo y descansó San Antonio mientras esperaba a tener una mar favorable para embarcar rumbo al Norte de África. Quién sabe si, tras pernoctar en el pequeño convento de San Francisco que había en la ciudad, en la ladera cercana del castillo de San Jorge, no haya ido a visitar a sus antiguos compañeros Canónigos Regulares de San Vicente, y bajar después por la ladera hasta los muelles del barrio de Alfama, pasando por esta pequeña ermita.

De la primitiva construcción medieval no resta nada, pues habrá sido arrasada por el terremoto de 1755. La construcción actual es de 1780, como recuerda una pequeña placa conmemorativa de su segundo centenario.

Dedicada a San Antonio y a Nuestra Señora de la Asunción, es un pequeño y modesto templo de líneas sencillas, con una chata torre campanario, buen ejemplar de la arquitectura de las pequeñas iglesias posteriores al terremoto. En el exterior, sobre el dintel de una puerta señalada con el número 84, figura la imagen del Santo en una hornacina.

Paneles de azulejos

La ermita resulta valiosa, sobre todo, en su interior, al estar completamente revestida con azulejos de finales del siglo XVIII, de inconfundible estilo barroco portugués. De color azul y blanco, y contornos recortados con molduras policromadas, forman un conjunto de paneles narrativos: los de la izquierda, del lado del Evangelio, plasman escenas de la vida de la Virgen; los de la derecha, del lado de la Epístola, narran milagros de San Antonio, entre otros el que salva a su padre de la horca. Iluminando la pequeña nave, una vidriera con San Antonio.

En el interior podemos encontrar también una hucha para limosnas en la que se lee “Pan de San Antonio”, que remite a la tradición antoniana de colocar en las iglesias una caja para el “pan de los pobres”.

Hoy, esta ajetreada zona de la ciudad, con enorme flujo de gentes y nacionalidades, en la estación central de trenes inmediatamente abajo y con el moderno muelle de cruceros turísticos, parece invitar a la misión evangelizadora que entusiasmó a San Antonio a correr mundo, afirmando el carácter misionero y universal de Portugal, que el gran predicador jesuita portugués del siglo XVII, Padre Antonio Vieira, inmortalizó en uno de sus sermones:

 “Sic luceat lux vestra coram hominibus – brille vuestra luz ante los hombres – es lo que dice Cristo a San Antonio, (...) ved también si acaso podía San Antonio dejar de abandonar la patria, habiéndole mandado Cristo que lo hiciese. (...) Salió como luz del mundo y salió como portugués. Pues el portugués tiene obligación de ser católico y de ser apostólico. (...) Así San Antonio se sintió obligado a dejar Portugal para ser portugués y tal gran santo como fue”