Recordemos la escuela de árabe, promovida un poco más tarde por Raimundo de Lulio. Por lo menos, el guardián de la primera leva misionera, Fray Berardo (San Berardo), dominaba la lengua árabe y la utilizó en su predicación a los moros de Marruecos. San Antonio era un intelectual y no propiamente un cruzado.Por eso, no incomodó ni fue incomodado por los infieles musulmanes. Además de eso, su salud habrá comenzado deprisa a resentirse con el cambio de clima: muy seco y caliente durante el día y muy frío durante la noche. La enfermedad le obligó a cambiar de terreno, para responder a su carisma de misionero itinerante. Dios, la Providencia, lo colocó primero en Sicilia, después en el Capítulo de las Esteras de Asís, del año 1221 y, finalmente, en el eremitorio de Monte Paulo (en la Romania-Emilia), en donde pasó por lo menos quince meses, o sea, desde junio de 1221 a septiembre u octubre de 1222. Fue su noviciado no canónico, después de las experiencias con los franciscanos de San Antonio de los Olivares, de Sicilia y de Asís.
Ya pasaba de los treinta años de edad, cuando su vocación misionera, de evangelizador, alcanza el punto umbral, el punto alfa. Fue por ventura en el día 24 de septiembre de 1222, en la hora en que aceptó hablar a recién ordenados, cofrades y dominicos en Forlí (distante unos ocho kilómetros de su eremitorio de Monte Paulo). Si no se dudaba de la virtud del fraile luso, quedó ahora manifestado, con toda claridad, que era un sabio orador.
Frailes franciscanos que se dirigían al Capítulo Provincial de San Miguel llevaron la buena nueva. En este Capítulo se decidió sacar de la sombra aquel promisor pregonero del Evangelio. La carrera de apóstol, intentada tal vez en Coímbra y alrededores, aún en la calidad de canónigo regular; intentada de nuevo y con mayor ardor en Marruecos, ya como fraile menor, va a tener su revelación en un perdido pueblecito del norte de Italia. Los éxitos se acumularán, donde quiera que el novel predicador llegue y se disponga a hablar de Dios y de sus misterios, de María y de sus prerrogativas de virgen y madre de Dios, de los hombres pecadores y de su conversión.