Discordante ad fraternam pacem revocabat... trataba de llevar la paz fraterna donde reinaba el odio, como sucedía entonces entre guelfos y gibelinos. Liberaba a los que estaban presos por las deudas. Ejemplo flagrante de ello es el estatuto publicado por la municipalidad de Padua el 15 de marzo de 1231, a petición del santo. Pugnaba por la restitución de las usuras y bienes obtenidos por la violencia. Apartaba las prostitutas de su infame modo de vida. Convencía a los ladrones profesionales a no tocar en lo ajeno y trabajar honestamente para ganarse el pan de cada día.
Sermones destacados
Entre su magisterio, leído en los sermones dominicales y festivos, destacamos la humillación del Verbo que, descendiendo del Padre, escogió el seno de una pobre virgen; los méritos de la Pasión de Jesús. La Navidad y la Pascua, como para su padre espiritual
San Francisco, son dos temas mayores de la catequesis antoniana. Cristo está en el centro de la historia. Como consecuencia, viene después la restauración al estado de gracia y naturaleza humana, la cristificación operada por el Espíritu Santo en las almas, la colocación de María Santísima como obra prima de Dios.
El misterio de la Fe en San Antonio
La obra literaria que lo elevó a Doctor de la Iglesia, a pesar de estar redactada en estilo de Sermones Dominicales y Sermones Festivos, abarca la ciencia teológica de la época, envuelta por mucha filosofía y también por alguna ciencia profana. Nos interesa aquí destacar el misterio de la fe cristiana, tratada en más de seis docenas de páginas, esparcidas por su sermonario.
Nuestro santo trata tanto de la fe existente en toda la tierra, como de la fe crecida de la esperanza y de la caridad. De la fe de los apóstoles, de María y de los gentíos, como de la fe católica y de la fe en Jesucristo y en la Santísima Trinidad, así como de la fe propia y ajena, o de la necesidad de la fe viva transformada en obras.
En el sermón para el quinto domingo después de Pentecostés, San Antonio enumera siete artículos de fe, a saber: la Encarnación, el Bautismo, la Pasión, la Resurrección, la Ascensión, la venida del Espíritu Santo y la segunda venida de Cristo. En el cuarto domingo después de Pascua, define la fe justificante como aquella que nos lleva a creer en lo que no se ve. En el vigésimo primer domingo después de Pentecostés, siguiendo el autor de la Glossa Ordinaria, demuestra que la fe es un escudo, bajo el cual está segura la justicia.
Si la fe es la primera virtud cardinal, como escribe en el sermón de la solemnidad de los
apóstoles San Pedro y San Pablo, va siempre junto a la esperanza y a la caridad. A propósito de la tercera virtud teologal el Santo de Lisboa comenta en su sermón del décimo domingo después de Pentecostés: El alma de la fe es la caridad, que la vivifica. Una vez perdida, la fe muere.
(Extraido de la Coletanea de Estudos Antonianos,
Fr. Henrique Pinto Rema, OFM. Centro
de Estudos e Investigação de Sto. Antonio.
Págs. 449 y 478. Texto publicado en 1994.)