Hace unos años a ninguna persona que quisiera mantener las reglas convencionales de educación se le ocurriría dar el pésame a algún amigo por la muerte de un ser querido a través de washapp.
Hoy en día esta práctica se ha generalizado al punto de, prácticamente, no chocar ya a nadie. En definitiva, pensaran, es más práctico, más rápido y, sobre todo, te evitas un poco “el mal trago” de tener hacerlo personalmente.
Hace unos años, cuando era tu cumpleaños los amigos te llamaban para felicitarte. El otro día cumplí años, y de las 30 felicitaciones que recibí, 29 fueron por washapp o por Messenger y solo una por teléfono
Retrocediendo unos cuantos años más, me acuerdo que en la Navidad recibía muchas felicitaciones por correo. Actualmente la mayoría de mis amigos me felicitan por internet y los más “ingeniosos” me mandan un divertido icono al móvil que poco tiene que ver con el auténtico sentido de la Navidad.
Espero que mis amigos no se sientan ofendidos, pues, en realidad yo mismo muchas veces me voy dejando llevar por esta forma de comunicación tan poco personal, humana y afectiva.
En apenas una década hemos sufrido una invasión tecno- lógica que ha cambiado profundamente nuestras costumbres y forma de ser. Las nuevas tecnologías tienen sus ventajas, pero traen riesgos graves si no sabemos controlarlas.
Este proceso de deshumanización se va extendiendo cada vez más, en la medida que las
nuevas tecnologías van entrando en nuestras vidas. Poco a poco, va surgiendo una nueva
“cultura”, una nueva concepción de nuestro propio ser.
En ese largo proceso de transformación social, observo, por ejemplo, como ciertos comportamientos de otrora como el gusto por una buena conversación, una buena lectura o, simplemente, el interés por nuestra historia va desapareciendo. La tendencia es preocuparse por lo inmediato, por lo que le concierne a cada uno en particular.
Es el triunfo de la “cultura light”. Un tipo de vida que surge en una sociedad donde los individuos carecen de referentes, moralmente vacíos, siempre insatisfechos aun teniéndolo todo. Sin cultivar los aspectos morales, valorando sólo lo material, la sociedad no puede experimentar un verdadero progreso.