Durante la pandemia, especialmente en la primera etapa con el largo confinamiento y las drásticas medidas impuestas nuestro relacionamiento social se vio profundamente alterado. Y es que los dos pilares sobre los que se asienta la salud mental tienen que ver con la seguridad emocional y el relacionamiento social.
Existen otros factores, claro, como las condiciones socio-económicas, la edad, el sexo, nuestro carácter o, incluso, los valores o los principios religiosos que cada uno tiene, que pueden hacer que la salud mental se vea menos o más perjudicada.
Pero, hay una verdad intrínseca a nuestro ser: el hombre por naturaleza es profundamente social y afectivo. La pandemia nos ha privado durante mucho tiempo de ese oxígeno que alimenta nuestra salud mental.
La disminución de la interacción social tiene un impacto negativo en nuestra salud, porque nuestro organismo necesita de ese oxígeno para poder desarrollarse completamente. En el caso de los niños es más importante aún, ya que de no darse ese relacionamiento social su desarrollo cognitivo se verá gravemente perjudicado e, incluso, se pueden producir patologías de serias consecuencias a largo plazo. El malestar psíquico, la ansiedad excesiva, la depresión, el insomnio, el síndrome de estrés y, especialmente, los largos procesos de duelo cuando muere un ser querido, son algunos de los síntomas muestran un daño en la salud mental. La gestión de nuestrasemociones es fundamental para mantener el equilibrio psíquico.
Acudir a un especialista, cuando se sienten esos efectos será sin duda de utilidad. Pero muchas veces no es necesario llegar a ello. Simplemente bastará con cultivar nuestros vínculos afectivos con familiares y amigos. Conservar y alentar una sana autoestima. Y más aún, yo diría que elevar la vista al cielo y confiar en Dios es la mejor de las dietas. Conservar latente en el corazón la dulzura musical del sabio consejo de Santa Teresa: Nada te turbe, / nada te espante / Todo se pasa, / Dios no se muda. / La paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene, / nada le falta. / Sólo Dios basta.