Antonio no olvida nunca que es un maestro de formación. Por eso, le interesan menos las reflexiones teológicas y espirituales y más una mirada hacia el hombre, vencido por pasiones y arrastrado hacia el mal. Siente la necesidad de mostrarnos el Espíritu Santo en la difícil obra de la conversión, de la sincera confesión, de la curación progresiva. Se nota su empeño vivo en la reforma del procedimiento de los hombres de la Iglesia. La función
de la Iglesia es conservar incorruptible la semilla de la palabra y de los sacramentos, combatiendo con violencia, cuando es necesario, los pecados sociales: el odio, la venganza, la usura, los fraudes o burlas, las injusticias, la acumulación de riquezas, la búsqueda de honras, las luchas fratricidas...
Dentro de la Iglesia, María Santísima ocupa un lugar relevante. San Antonio se lo da, en el sermonario, el relieve que merece, al punto de haber despertado la mariología antoniana la atención de teólogos de renombre para explorar ese filón en tesis universitaria y en comunicaciones en congresos de alto nivel.
En María todo parte del hecho de haber sido predestinada para ser Madre de Dios, por cierto, un título menos usado por el Doctor Evangélico que otros, como Bienaventurada,
Virgen, María, combinados de modo binario lo ternario. Nuestra Señora es medianera, poseyendo todas las virtudes de los justos, todos premios de los santos, exaltada por encima de todos los coros angélicos; es reina del cielo. Las oraciones que San Antonio dirige a María son de gran elevación, dentro de un espíritu de relación viva de ella con los hombres, y siempre bajo la invocación de Cristo. Curiosamente, nuestro Doctor reserva sus oraciones a la Trinidad, a Cristo (una sola al Padre), nunca a los santos. María no pasa de intercesora, de intermediaria.
Una palabra final sobre la cuestión de la Inmaculada en San Antonio. Carlos Balic, OFM, en 1946 afirmó que el Doctor Evangélico o se planteó el problema, pero tampoco negó la Inmaculada
Concepción. Utilizó un texto de San Agustín, que también sirvió de base a Juan Duns Escoto, a comienzos del siglo XIV, para defender el privilegio de la Inmaculada. De ahí Balic concluye que el propio Escoto habría heredado de Antonio esta doctrina. En el mismo año, Lorenzo Di Fonzo, OFM Conventual, era de parecer negativo a respecto del bello privilegio de María, salvaguardando que en Antonio había una psicología inmaculatista, abierta al futuro.
(Extraido de la Coletanea de Estudos Antonianos,
Fr. Henrique Pinto Rema, OFM. Centro
de Estudos e Investigação de Sto. Antonio.
Págs. 488 y 489. Texto publicado el 20 de febrero
de 2001.)