Es el Fuego que enciende nuestras almas en el amor de Dios para conducirnos hasta el Cielo. Es el Paráclito, el Abogado, el Defensor que Jesús nos ha prometido al volver Él junto al Padre. Por eso el Espíritu Santo recibe todos esos nombres, como se reconoce en los bellísimos himnos y secuencias gregorianos a Él dedicados (Veni Creator Spiritus, Veni Sancte Spiritus, Nunc Sancte nobis Spiritus, Certum tenentes ordinem, etc.).
La revelación del Espíritu Santo
La plena revelación del Espíritu Santo, como todo el misterio trinitario, tiene lugar en el Nuevo Testamento, pero en el Antiguo ya se anuncia y la Iglesia ha sabido comprenderla
en numerosas referencias. La primera de ellas aparece nada menos que al inicio del Génesis, cuando se dice que “el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas” (Gn 1,2). Son abundantes, en efecto, las referencias al “Espíritu de Dios”, que es el que inspira a los profetas: de hecho, en el Credo niceno- constantinopolitano decimos que el Espíritu Santo “habló por los profetas”. Así, Eliseo pide a Elías dos partes de su espíritu, y efectivamente el espíritu de Elías se posará sobre él en su asunción (2Re 2,9-10.15). San Juan Bautista recibirá también el espíritu de Elías para anunciar ya la inmediata venida del Mesías (Lc 1,17). Dios promete a través del profeta
Joel la efusión del Espíritu Santo: derramará su Espíritu sobre toda carne y los hijos e hijas de Israel profetizarán, y derramará su Espíritu incluso sobre los siervos y siervas (Jl
3,1-2). El Espíritu de Dios es el que desciende sobre el profeta Isaías y anuncia que estará de lleno con el Mesías, lo cual se ha cumplido al venir Jesucristo, el Mesías, el Siervo de Yahvé:
* Is 11,2-3: el Espíritu del Señor se posará sobre el Mesías con sus dones (Espíritu de sabiduría y entendimiento, Espíritu de consejo y fortaleza, Espíritu de ciencia y temor del Señor);
* Dios sostiene a su Siervo, en quien se complace, y ha puesto su Espíritu sobre Él para que manifieste la justicia a las naciones: Is 42,1; en el Bautismo de Jesús, el E Espíritu Santo baja sobre Jesús en forma de paloma y se posa sobre Él, y se oye la voz del Padre que se complace en su Hijo (Mt 3,16-17; Mc 1,9-11; Lc 3,21-22; Jn 1,32-34). Al curar a un hombre con la mano paralizada, el evangelista dice que en Jesús se ha cumplido la profecía y cita el texto de Isaías (Mt 12,17-18). San Juan Bautista anuncia también que Cristo bautizará con Espíritu Santo (Mt 3,11; Mc 1,8; Lc 3,16).
* Is 61,1-3: el Espíritu del Señor está sobre el profeta y sobre el Mesías para anunciar la buena noticia; Jesús dice que se cumple en Él al leer Él mismo este pasaje de Isaías en la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-21). En otros profetas que hablan asimismo de la venida del Mesías, encontramos nuevas referencias:
* El arcángel San Gabriel anuncia a Zacarías que San Juan Bautista estará lleno del Espíritu Santo ya en el seno materno (Lc 1,15), y luego el propio Espíritu Santo llena a Zacarías tras dar el nombre del niño y comienza a bendecir a Dios profetizando con el Benedictus (Lc 1,67).
* El Espíritu Santo estaba con el anciano Simeón y le había revelado que no moriría sin ver al Mesías, y le impulsa a ir al Templo en el momento de la Presentación del Niño Jesús y entonces profetiza con el Nunc dimittis (Lc 2,25-32).