Habló Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, sobre la casi inminente llegada de “Metaverso”. Tal y como explicó él mismo, hasta ahora, nuestra experiencia en el ciberespacio se limitaba a navegar en páginas web o manejar aplicaciones. El mundo digital existía en las pantallas de nuestros dispositivos; al despegar la mirada del móvil o el ordenador, ese mundo se apagaba. El “Metaverso” es meterse en él. En un universo, eso sí, diseñado y modelado por Facebook (o Meta), donde todo lo que veamos, oigamos
y toquemos sea una experiencia de realidad virtual.
Ya existen experiencias preliminares y a menor escala de lo que puede ser “Metaverso”: por ejemplo, videojuegos en los que los usuarios, portando unas gafas especiales y utilizando unos guantes que detectan el movimiento de los dedos y las manos, pueden sumergirse en mundo absolutamente virtual con mucha apariencia de realidad.
Cuento esto porque, aunque a muchos nos suene a ciencia ficción, muchos indicios actuales apuntan a que toda la humanidad se dirige hacia algo parecido. Y lo pongo sobre la mesa porque creo que vale la pena reflexionar sobre qué supondría para todos –niños, jóvenes y ancianos– convivir con un recurso como ése.
Las personas sentimos constantemente la necesidad de evadirnos de nuestra realidad circundante.
Por eso toda civilización ha tenido, desde sus orígenes, historias, cuentos y mitos que trasladaban imaginativamente a sus gentes a otros lugares, muchas veces para extraer lecciones o aprendizajes también. Lo mismo ocurrió luego con el teatro, el circo o el mismo cine.
Son formas artísticas que permiten desarrollar el conocimiento del propio artista y del espectador.
¿Qué consecuencias tendrá “Metaverso”? Difícil adivinarlo, pero sin duda es necesario detenerse, nuevamente, y recapacitar sobre el sentido y el valor que otorgamos a nuestra
vida real, la de carne y hueso, la que Dios quiso que tuviéramos, y que mantengamos la humildad y el agradecimiento intactos para reconocer los innumerables privilegios con que contamos; para apreciar lo que somos y lo que tenemos, de manera que no vivamos en un deseo constante y desmedido por ser lo que no somos y por tener lo que no nos hace
falta tener; y para amar a nuestros semejantes.
“Metaverso” supondrá una alternativa más tentadora, supongo, para nuestros sentidos, pues se enfocará de forma clara en lo que más placer o distracciones nos suscita, y sin embargo tendremos que seguir apreciando los dones que hemos recibido y las maravillas de cuanto nos rodea, incluido el prójimo.