Es un mundo tridimensional, a través del cual los usuarios pueden charlar y moverse en entornos creados por ellos mismos.
Marcará nuestro futuro en el trabajo, el entretenimiento e incluso las relaciones sexuales.
En ese mundo digital en tres dimensiones se podrá organizar una reunión de trabajo como si estuviéramos en la oficina, visitar a un familiar que vive en el extranjero, visualizar el plano de nuestra futura casa como si estuviéramos dentro de ella y un sinfín de posibilidades.
Quizá usted piense que esto es ciencia ficción o planes para dentro de 50 años. Me temo que no.
Hay personas muy influyentes empeñadas en este proyecto. Mark Zuckerberg, por ejemplo, el fundador de Facebook que, como muestra de ello, acaba de cambiar el nombre de Facebook a Meta.
Para construir este “paraíso”, Zuckerberg invertirá 10.000 millones de dólares y contratará 10.000 nuevos funcionarios.
Aparentemente esta revolución digital ampliará nuestro espacio de ocio y entretenimiento
y nos abrirá a nuevas experiencias enriquecedoras. Nos lo venden así, pero la realidad es
que quieren crear un mundo sin Dios, sin leyes, sin límites, en el que se suplante la propia naturaleza humana con nuevos avatares digitales.
En definitiva, será una revolución cibernética tan profunda y tan global que podremos violar las leyes del tiempo y el espacio, poder viajar a la luna teniendo la sensación de estar en ella o hablar con un personaje histórico, en un entorno tridimensional de la época, o reunirnos con nuestros amigos en un bar tomando unas cañas, cada uno aislado en su casa.
La gran diferencia con otras experiencias digitales es que todo esto lo podremos sentir y crear a nuestro propio gusto a través de unas gafas especialmente diseñadas para ello, que va mucho más allá de la realidad virtual y que, al mismo tiempo, el resto de nuestros sentidos también acompañaran nuestras experiencias, por medio de otro tipo de aplicaciones digitales.
Nos quieren introducir en un mundo tan solitario, tan desconectado de la realidad y de la naturaleza de las cosas que, sin duda, alimentará las pasiones más desenfrenadas y cambiará profundamente nuestros hábitos, nuestras costumbres y nuestro modo de pensar. Se trata de suplantar a Dios, y substituirlo por una nueva especie de plataforma digital en 3D, omnipotente y omnipresente, que controle y condicione todas las conductas del ser humano.