Es evidente que la digitalización tiene algunas ventajas que bien aprovechadas pueden enriquecer los procesos de transformación que con el paso de los años se van produciendo.
Sin embargo, me temo que los inconvenientes son mayores que las ventajas.
El proceso de sustitución de la máquina por el hombre va a galope tendido. Vamos hacia la robotización de las relaciones laborales y sociales. La inteligencia artificial nos puede deparar sorpresas en un futuro no muy lejano, donde el hombre se quede en total desventaja en relación a la máquina.
La deshumanización en el trato laboral y social está generando un descontento y una impotencia en algunos sectores de nuestra sociedad, que ya está empezando a generar verdaderas patologías con profundas repercusiones en la salud mental de nuestros mayores.
¡Quién no ha sufrido la amarga experiencia de ser atendido por una máquina que después de hacerle no sé cuantas preguntas acaba con la frase maldita de “lo siento, no le he entendido, vuelva a repetirlo”!
En otro orden de cosas, la digitalización de la banca ha producido sólo en el año pasado más de 18.000 pérdidas en puestos de trabajo. Miles de oficinas han sido cerradas. En muchos pueblos no hay ni siquiera un cajero donde poder retirar dinero.
La falta de atención personal en el sector de la banca es un hecho tan clamoroso. Comenzaron por reducir el horario de atención al público hasta prácticamente eliminar en muchas oficinas la función del cajero personal de toda la vida o del gestor. Ahora, hay que hacerlo todo a través de internet o del cajero automático.
La desesperación de muchas personas mayores ha creado un profundo malestar, creándoles la sensación de que son personas inadaptadas a los nuevos tiempos.
Con el pretexto de la pandemia, hoy por hoy todo tiene que ser con cita previa. Conseguir hablar con una persona es una auténtica proeza. Las consultas médicas son en la mayoría de las ocasiones por teléfono; para ser atendido en el banco tiene que ser con cita previa;
en algunas tiendas siguen todavía manteniendo la cita o el aforo limitado, pese a no estar ya contemplado en los protocolos de actuación.
El resultado es que todo este proceso de digitalización está creando un profundo desasosiego, malestar y frustración en importantes sectores de nuestra sociedad, especialmente entre las personas mayores.
La sensación que nos embarga es que la sociedad se está deshumanizando y que ya no hay un trato personal de acuerdo a las necesidades de cada uno, como antiguamente se hacía. ¿Vale realmente la pena todo este avance tecnológico si al final se pierden los valores y los fundamentos básicos de nuestra sociedad?