En el ángulo superior derecho, envuelto en luz dorada, está Cristo sentado, apacible. Ante Él, un ángel-niño, arrodillado en una nube, parece recibir “mensajes” de Cristo para Teresa. Quizá, aquellos que oyó en su interior y no entendió hasta pasado mucho tiempo. El desconocido autor de nuestro cuadro ha entendido que la búsqueda de Cristo ha llevado a santa Teresa a encontrarse con Él, contemplarle con amor y escucharle. Simplemente eso.
Rezar, según el catecismo que aprendimos de niños, es “levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes”. Para Santa Teresa orar era “tratar de amistad, estando muchos ratos a solas, con quien sabemos nos ama”. Su actitud en el cuadro lo refleja.
Según Baltasar Gracián toda persona para que sea completa, tiene que vivir tres vidas y emplear la primera, en hablar “con los muertos”; la segunda, en hablar “con los vivos” y la tercera, en hablar “consigo mismo”. Mirando su cuadro, la autora de la biografía libre de Teresa discurre sobre cómo la Santa había vivido estas tres vidas.
Y nos sugiere hacer como ella: ponernos ante Dios, cada día, unos minutos que sea, con las manos abiertas, vacías y sin necesidad de decirle nada, estar en su presencia.
Felipe Barandiarán
Orar ante un cuadro — Biografía libre de Santa Teresa”. Asunción Aguirrezábal. Editorial Monte Carmelo.