San Francisco de Asís (1181- 1226), amante del Niño Jesús en el pesebre y de Jesucristo clavado en la cruz del Calvario, vivió estos dos acontecimientos de manera muy especial. Construyó un belén en el convento de Greccio (Italia) el día de Navidad de 1223, después
de obtenido el permiso del Papa, tan inusual era la iniciativa.
Y con motivo de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, en 1224, recibió la impresión de las llagas de Cristo en el Monte Alverna.
Estas dos pasiones pasaron a nuestro San Antonio de Lisboa, que en sus Sermones dominicales y festivos habla de ellas en páginas y páginas. Por el momento, centraremos
nuestra atención en la forma en que expresa su ardiente devoción a Dios que se hizo Niño, tal como se refleja en la iconografía antoniana a partir del siglo XV.
El único Doctor de la Iglesia portugués escribió dos sermones especialmente dedicados a la Natividad del Señor. El primero viene inserido en el sermón de la Anunciación de la Santísima Virgen María, y el segundo en la serie de los cuatro sermones marianos colocados entre los sermones del duodécimo y decimotercer domingo después de Pentecostés.
Ya en el segundo se abre la serie de los Sermones Festivos. Naturalmente, en otras páginas se habla de la Natividad del Señor, aunque de forma menos significativa.
La teología de San Antonio, aprendida principalmente en el monasterio de la Santa Cruz de Coímbra, entonces dotado de una rica biblioteca y de excelentes maestros nacionales y extranjeros, no difiere sustancialmente de la que hoy enseñan las escuelas teológicas.
Hay, sin embargo, insistencias en este o aquél punto, lo que es propio de la individualización de cada autor y, un poco, de cada época.
Anuncio de la Navidad
La fecha del nacimiento de Jesucristo se fijó solamente a mediados del siglo IV, para cristianizar la fiesta del dios del sol. En nuestro hemisferio, el solsticio de invierno se produce cuando el sol alcanza su máximo en el sur y parece amenazar con dejar el norte a oscuras. Pero no, comienza a moverse hacia el norte de nuevo y los días empiezan a crecer. Las fiestas saturnales en Roma recordaban a este sol invicto. Jesús, definido por San Juan como la Luz (Jn 1,5), era el verdadero Sol, que, en su Navidad, inició un progresivo aumento corporal. El día de la Navidad del Señor se fijó entonces en el 25 de diciembre. De este modo, la anunciación del arcángel San Gabriel a María, en Nazaret, habría tenido lugar el 25 de marzo, fecha en la que comenzó realmente la existencia humana de Jesucristo, concebido en el seno dela Virgen María en virtud del Espíritu Santo.
Con un lenguaje muy vivo y poético, en un comentario a un texto bíblico, San Antonio, en el sermón del Domingo de Ramos, escribe: “En Nazaret fue coronado de carne, como diadema; en Belén fue envuelto en pañales, como en púrpura. Estas fueron las primeras insignias de su realeza.” En el segundo sermón sobre la Anunciación, perteneciente a los sermones festivos, San Antonio da otra versión del mismo acontecimiento: “Jesucristo es concebido en Nazaret, nace en Belén y es crucificado en el lugar más alto de Jerusalén. Cristo es concebido en la humanidad, nace en la caridad, que es la casa del pan (el vocablo Belén, en el original hebraico, significa casa del pan) y es crucificado en la exaltación. En el sermón de la Anunciación adelanta lo siguiente: “Se marzo y, pasados 33 años, muerto en el mismo día”. En la época de San Antonio se creía que el mundo había sido creado en la primavera, el 25 de marzo.
La Navidad de Jesús
El lenguaje de San Antonio en el primer sermón de la Anunciación a la Santísima Virgen María, donde intercala un sermón sobre la Natividad del Señor, es quizá más directo, más expresivo que el utilizado en el sermón escrito expresamente para la fiesta de Navidad. De ahí extraemos el siguiente pasaje: El parto de la gloriosa Virgen se compara a la rosa y al lirio. Así como estas plantas exhalan suavísimo olor y su flor no se corrompe, también
María Santísima, dando a luz al Hijo de Dios, permaneció Virgen. Un poco más adelante continua: El nacimiento de Jesucristo fue como el olor de un campo lleno de flores, porque guardó ilesa la flor de la materna virginidad, cuando de ella procedió. El campo, lleno aún de flores y de lirios, fue María Santísima, a quien el Señor bendijo. Y concluye: Te damos gracias, Padre Santo, por en el medio del invierno, en el medio del frío, habernos creado el tiempo primaveral. En efecto, en esta Navidad de tu Hijo Jesús bendito, que se celebra en medio del invierno y en medio del frío, nos creaste, lleno de toda la amenidad, el tiempo de la primavera. Hoy, la Virgen, tierra bendita, que el Señor bendijo, dio a luz, como alimento de los penitentes la hierba verde, esto es, el Hijo de Dios. Hoy se cubren de rosas y lirios de los valles. Hoy los ángeles cantan sus trinos:
Gloria a Dios en las alturas (Lc 2, 14). Hoy se devuelve a la tierra la tranquilidad de la paz. ¿Qué más? Todo ríe, todo goza.
(Extraido de la Coletanea de Estudos Antonianos,
Fr. Henrique Pinto Rema, OFM. Centro
de Estudos e Investigação de Sto. Antonio.
Pág. 468. Texto publicado en febrero de 2004.)