Es bien sabido que la tecnología ha permitido muchos buenos resultados sobre la salud a lo largo de los tiempos. Pero el contacto humano y la comunicación entre médico y enfermo deben ser insustituibles y lograr que vayan a más. D. Gregorio Marañón, médico internista, científico, historiador, escritor y pensador, cuyas obras tuvieron relevancia internacional, fue el modelo de médico humanista. Para él, tratar con el máximo respeto al enfermo era lo más importante en la práctica médica. Cuentan que un periodista le preguntó cuál era para él el avance más importante en medicina, a lo que respondió: la silla. Insistía, al practicar la medicina lo más importante era lo que contaba el paciente, y que dedicar tiempo a hablar con este era lo más fundamental entre enfermo y médico. Acompañar a los enfermos en todas las fases de su existencia es para ellos gran ayuda; por eso acompañar y hablarle, escucharle, es ofrecerle consuelo y mucho más si siente la triste soledad en el alma. Tal vez por eso, el estoico Epicteto dijo: “Es más necesario que el alma se cure que el cuerpo. Porque es mejor morir que vivir mal.” Si podemos tener muchos ratos conversando con el que vive, algo o mucho, aislado de familiares, amigos, esto es para ellos un tiempo del hogar de antaño donde se reponían fuerzas para el cuerpo y para el alma. Se lee en la Biblia (Proverbios): “Aquel que se apiada del pobre presta a Dios.” Y al decir de un pensador: “Como a todos nos sobran fuerzas para soportar los males ajenos, pues, las prestamos al enfermo, al que tiene miedo a quedarse con su dolor a solas, y nos apiadamos de él.” Dios que es buen pagador, al decir popular, lo hará a más a más, y con buena propina. El santo aragonés Josemaría Escrivá, en un punto de su libro Camino escribe: “Dice Jesús: Cualquiera que deje casa o hermanas o hermanos o padre o madre o esposa o heredades por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna. ¡A ver si encuentras en la tierra, quien pague con tanta generosidad!”
