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“Padre Pío” - Confianza y entrega a Dios-

Escritor

A simple vista esta frase puede parecer excesivamente pesimista pero evidencia una realidad constante en nuestras vidas ante la cual nadie permanece indiferente. Todos experimentamos distintos tipos de sufrimiento en nuestra cotidianidad, y lo lógico es que, ante ellos, busquemos el sentido de cada uno. No obstante las preguntas más frecuentes que surgen en este tipo de reflexiones son: ¿por qué? ¿por qué sufro? ¿qué sentido tiene mi sufrimiento?

Al inicio del mes de Julio tuve la gran oportunidad de peregrinar a San Giovanni Rotondo, lugar muy conocido en el mundo cristiano, porque es donde estuvo viviendo, los 52 años de su vida, uno de los santos más conocidos del siglo XX: Padre Pío de Pietrelcina. Mucho se podría decir sobre la vida de esta persona tan extraordinaria, pero cabe destacar la inmensa devoción que tenía ya desde niño el Padre Pio. Desde los cinco años tenía éxtasis y visiones de Jesús y María y también pasaba largas horas delante del Santísimo. Con 16 años, el día 6 de Enero de 1903, fue aceptado como novicio de los capuchinos. Más tarde, en 1910 fue ordenado sacerdote.

Recibió los estigmas de Cristo

Sin embargo, la importancia de la biografía del Padre Pío no reside en hechos históricos, sino en los dones divinos recibidos, que caracterizaron la relación tan íntima que tuvo con el Señor. En 1916 recibió el don de los estigmas para unirse más estrechamente a la Pasión de Jesucristo. Científicamente, estos estigmas resultaron un interrogante sin respuesta puesto que eran heridas que no cicatrizaban pero tampoco se infectaban y lo más sorprendente de todo: en vez de pudrirse y desprender olores desagradables sorprendentemente olían a rosas.

Además, el Señor no sólo le concedió gozar de una relación mística - con Él -, sino que poseyó gracias especiales para estar al servicio de los fieles. Hechos concretos demuestran que fue un confesor incansable y pasaba hasta 14 horas diarias sirviendo a los fieles a través del sacramento de la penitencia. Muchos reconocían la gran influencia del Padre Pío en su personal conversión y en su crecimiento espiritual. Ya desde aquel entonces, los fieles de todo el mundo peregrinaban a San Giovanni Rotondo, para encomendar sus intenciones y acudir a la intercesión del Padre Pío, quien siempre se caracterizó por la insistencia en demostrar la generosidad del Señor. Un hecho anecdótico nos lo enseña: una mujer ciega le dijo al Padre Pío que le pidiera a Dios que le devolviera la vista, al menos en un sólo ojo. Éste al escuchar la petición de la mujer, le regañó diciendo que debía de tener suficiente fe para pedirle al Dios que le curase ambos ojos. “Dios nunca se deja ganar en la generosidad”, repetía con frecuencia.

También son destacables, como suele suceder en la historia personal de aquellos que viven en una perfecta unión con Cristo, las tentaciones, tanto psíquicas como físicas, a las que estuvo sometido Pío. El demonio luchaba contra él enviándole tentaciones de todo tipo, desde presentarle las imágenes sacrílegas de todo tipo hasta el punto de llegar a tener hematomas en las extremidades. Por otro lado, las contrariedades no sólo surgían a modo de tentaciones sino que el Padre Pío llegó a tener oposición por parte de sus superiores, ya que éstos no daban crédito a lo que estaba viviendo y, en consecuencia, tuvo que cesar sus actividades públicas durante varios años. No obstante, y con el peso que conlleva una vida como ésta, Pío siempre respondía humildemente a todo lo que acontecía en su vida, aceptando el peso de la Santa Cruz y amando la voluntad de Dios, que se manifiesta también en las decisiones de los superiores aunque no las entendiésemos. Padre Pío destacaba por su obediencia repitiendo en varias ocasiones: “que dulces son los mandatos de la Iglesia que es nuestra Madre”.

El sufrimiento

Cabe añadir, que Padre Pío profetizó también el pontificado de Juan Pablo II cuando éste, siendo un Obispo muy joven, peregrinó en una ocasión a San Giovanni Rotondo.

El Padre Pío fue un hombre extraordinario, un hombre santo en todos los sentidos. Pero lo que más destaca en su biografía y lo que, hasta el día de hoy, se puede experimentar en San Giovanni Rotondo, es la vivencia del sufrimiento de todo tipo, vivencia tan marcada por la confianza y la entrega total a Dios. Santo Padre Pío no contestó a la pregunta más profunda del ser humano invocada al inicio de este artículo: ¿Por qué el sufrimiento? Pero, con su vida, dio un gran testimonio: que se puede vivir la felicidad plena en medio del sufrimiento y sin obtener respuesta, según los criterios humanos. El mismo Santo resumía esta actitud en las siguientes palabras: “El hábito de preguntar «por qué» ha arruinado el mundo”.

El 23 de Septiembre de 1968, el Padre Pío falleció a los 81 años de su vida. Su funeral fue tan multitudinario que se tuvo que esperar cuatro días para que la multitud de personas pasara a despedirse. Se calcula que hubo más de 100.000 participantes en el entierro. Cabe destacar que justo antes de morir los estigmas, que había padecido los últimos 50 años, cicatrizaron. En Noviembre de 1969 comenzaron los preliminares de la causa de beatificación del Padre Pío. El 18 de Diciembre de 1997, el Papa Juan Pablo II lo declaró venerable. El 2 de Mayo de 1999, el mismo Papa lo beatificó, y el 16 de Junio de 2002, lo canonizó bajo el nombre de San Pío de Pietrelcina.