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Por favor, perdón, gracias

Por favor…

Primero, el pedir por favor - Hace falta bastante humildad, sobre todo si somos adultos, y algo de sencillez. Siempre saldremos con dignidad, en todo caso con prudencia, pues nunca se sabe…, el pedir permiso puede abrir muchas puertas, por las cuales entramos con paz y satisfacción, como personas bien educadas. Las relaciones humanas son muy delicadas, incluso entre esposos, padres e hijos, familiares y amigos. Merece la pena vivir el “por favor” en cada una de las ocasiones que favorecerán todo a nuestro alrededor, más de lo que podamos imaginar.

Perdón

“Perdón…” palabra muy fuerte, de mucho sentido y que habla muy alto de la persona, que lo pide de corazón. Muchas veces es muy difícil reconocer nuestra culpa, incluso las más pequeñas. Aquí también interviene la humildad, mucha humildad. Hay crisis entre ciertos matrimonios por no saber pedir perdón o perdonar, que son dos caras de la misma moneda. No nos damos cuenta que es una verdadera liberación, un peso que nos quitamos de encima, una losa grande que rompe los lazos del amor, de la amistad.

Conocemos la pregunta de San Pedro a Jesús: “Señor, ¿Cuántas veces tengo que perdonar, siete veces?” y le contesta Jesús: “no te digo siete veces sino hasta setenta veces siete”, lo que significa siempre. Dios perdona siempre, especialmente en el sacramento de la Penitencia, también llamado de la alegría. Por eso, nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar, como Cristo en la Cruz y tantos mártires. La persona que vive muy cerca de Dios, con una profunda vida espiritual, es más propensa a disculpar las pequeñas o grandes ofensas, porque sabe que nosotros los hombres ofendemos a Dios de mil maneras. Nuestra vida se vuelve más serena y más alegre. ¡Qué bien se vive con la liberación del perdón!

Gracias

“Gracias”, ¡Qué palabra más importante! Sobre todo para un católico que debe agradecer a su Dios haberse encarnado y haber vivido entre nosotros, dejándonos su palabra, el milagro extraordinario de la Eucaristía (Acción de gracias) y la generosidad de su presencia en cada sagrario, de los que siembran el mundo. Hay de todo en la viña del Señor, pero las personas que no son agradecidas resultan a veces exigentes, insatisfechas, reclaman cada vez más y no reconocen el bien que se les hace. ¡Hay tantos motivos para dar las gracias! A Dios primero por la vida, cada día cuando nos levantamos, a nuestros padres por la educación que nos han dado, a la familia o a la comunidad que nos protege y ayuda, a nuestros amigos y a tanta gente conocida o no, que trabaja para nosotros y que forman la sociedad en la cual nos movemos.

Los desamparados dan a menudo testimonio de voluntarios, que les prodigan amor y sustento. No tiene precio la labor que realizan en el mundo entero los miles de misioneros, misioneras, exponiendo su propia vida. Demos gracias a Dios por tanta gente buena.

Una máxima hebrea dice: “El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”. Un secreto para ser feliz es la “micro-felicidad”, disfrutar de todo lo positivo cada día. Si lo escribiésemos, nos quedaríamos sorprendidos de la lista. El dar las gracias es más que una simple palabra, da un momento de felicidad al donante. Es una auténtica gozada para el que recibe, es una sensación muy grata de intercambio humano. Es otra manera de vivir con generosidad y mucho cariño. Enseñemos a nuestros jóvenes a ser generosos y agradecidos. ¡Que no se pierdan estos magníficos valores!