Los padres, pertenecientes a la alta sociedad de la ciudad, en el momento oportuno le mandaron frecuentar la escuela catedralicia, de la que pasó, al cumplir los quince años, al monasterio de San Vicente, de los Canónigos Regulares de San Agustín.
Aquí, en plena adolescencia, las luchas internas eran aumentadas por las visitas inoportunas de amigos. Por eso, pasados dos años, el joven clérigo decide cambiar Lisboa por Coímbra.
El monasterio de Santa Cruz de Coímbra, además, ofrecía perspectivas más amplias a su inquieto espíritu. Allí habría de quedarse unos nueve o diez años.
Mientras tanto, a mediados de 1212 se produjo la decisiva victoria de los ejércitos cristianos sobre las huestes almohades en las Navas de Tolosa.
Una empresa llevada a cabo bajo el clima de cruzada, o sea, con las bendiciones de la Iglesia, que en 1215 había reunido en Letrán, por cuarta vez, un concilio ecuménico y, entre las muchas iniciativas deliberadas se encuentra el impulso dado a la misión entre los infieles. Tal misión ya estaba en movimiento en la Orden de los Frailes Menores, gracias al espíritu evangélico de Fray Francisco de Asís, que, por ejemplo, en1213, había intentado llegar a Marruecos.
En 1214 fue en peregrinación a Santiago de Compostela, habiendo pasado entonces por algunas regiones del norte de Portugal, como quedó reseñado en la tradición. La Península Ibérica, con todo el sur dominado por los infieles musulmanes, era el punto de partida para los primeros contactos y el paso para el norte de África, concretamente Marruecos.
En este panorama cronológico y geográfico, crece y se desenvuelve psíquica, intelectual y espiritualmente nuestro don Fernando Martíns. El camino de Marruecos había sido iniciado por Francisco de Asís en 1213, año en que viajó a través de Lombardía, Piamonte y Francia, rumbo a España, de donde pensaba cruzar a aquel territorio africano. Ardía en el deseo del martirio, como leemos en los Annales Minorum de Waddingo: “Media docena de años después, en 1219, cuando la Orden de los Frailes Menores se extendía en misión por toda Europa, por Oriente Medio y norte de África, San Francisco envió, por voluntad de Dios, seis frailes muy perfectos al Reino de Marruecos, a fin de predicar firmemente la fe católica de los cristianos a los infieles.” Alcanzado el martirio, los despojos de estos mártires de Marruecos, llegan a Coímbra y conmocionan la sensibilidad del joven Fernando que, según el relato de la crónica Assidua, les dice: “Queridos hermanos, con vivo deseo vestiré el hábito de vuestra Orden, si me prometéis enviarme a tierra de sarracenos tan pronto como entre, en la esperanza de participar de la corona del martirio”. Los freiles, llenos de alegría con las palabras de hombre tan insigne, fijaron para el día siguiente la toma de hábito. Y hacia el verano de 1220, sale hacia
Marruecos.
Su modelo absoluto
Jesucristo crucificado era para Fernando (ahora con el nombre de Antonio), tal como era para San Francisco, el modelo absoluto. Los mártires de Marruecos tuvieron el mérito de detonar ese intenso entusiasmo y candente amor por Cristo. Para llegar a Marruecos y al martirio tuvo que tomar el hábito franciscano. Al novel ninorita le interesaba menos vivir el espíritu de la Orden y más partir en misión.
(Extraido de la Coletanea de Estudos Antonianos,
Fr. Henrique Pinto Rema, OFM. Centro
de Estudos e Investigação de Sto. Antonio.
Págs. 440 y sig. Texto publicado en 1994.)