Escribió Carmen Silva. “Nuestro mundo es una bella sinfonía inacabada. Si Dios no nos la quiso entregar terminado, fue sin duda para que tuviésemos el honor y el placer de colaborar en su obra creadora. Dejó nuestro pan en espigas silvestres; los metales, impuros y, además, ocultos en las entrañas de la tierra, los vestidos, en las vedijas de los animales y en las fibras de los vegetales; la fuerza, oculta en el agua, y la electricidad, en la atmósfera. Deja los navíos sin fabricar, los ferrocarriles sin trazar, las carreteras sin construir, la música sin componer, los libros sin escribir, y los cuadros sin pintar. Ni siquiera nosotros mismos fuimos hechos perfectos, para que así tuviésemos a nuestro alcance el mérito de nuestro mejoramiento.”
Digo yo: ¡Benditas nuestras madres por habernos parido! Y benditas las que siguen trayendo niños a este mundo, porque ellos harán la humanidad más perfecta. Y a pesar de que en el rebaño de la sociedad hay, y saldrá alguna oveja negra, algunos seres humanos malvados, la mayoría es una raza humana buena.