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¿Qué es la oración?

Escritor

Santa Teresa de Jesús dice que la oración “es camino real para el cielo. Gánase por él gran tesoro, no es mucho que cueste mucho a nuestro parecer” (Camino, 35, 1 / 21, 1). Y San Juan de Ávila, a quien ella envió su Libro de la Vida para que diera su parecer sobre él, comenta que Dios comunica el gusto de la suavidad divina en el ejercicio de la devota oración (Audi, filia, I-A, 2-d).

San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, afirma que “la oración no es otra cosa que la unión con Dios”. De él se cuenta que veía con frecuencia en la iglesia de Ars a un sencillo campesino que pasaba horas ante el sagrario y un día le preguntó: “¿Qué haces, qué haces en la oración?” A lo cual, el labrador le contestó: “Le miro y Él me mira”. Juan de Kronstadt fue un sacerdote ortodoxo ruso del siglo XIX y principios del siglo XX, venerado en la Iglesia Ortodoxa por su vida realmente ejemplar y tenido como el equivalente del Santo Cura de Ars en el Oriente ortodoxo. Él decía que “la oración es una elevación del alma a Dios”, recogiendo la enseñanza de otros maestros antiguos. La oración es un trato íntimo del alma con Dios, un diálogo silencioso lleno de fe, de esperanza, de amor y de humildad, a través del cual, el que ora recibe frutos de la gracia divina, aun cuando no los recoja en el instante o de inmediato. Nada equivocada estaba aquella sencilla definición de la oración que se recogía en los catecismos para niños: “Orar es hablar con Dios”. Un hablar, por supuesto, que sucede en doble dirección: del hombre hacia Dios y de Dios hacia el hombre, pues Dios habla al alma como sólo Él sabe hacerlo, de una manera misteriosa, profunda e íntima.

Jesús nos invita a orar

Toda nuestra vida debe estar impregnada de un espíritu de oración. Pero recibimos muchas veces en nuestra vida, y especialmente cuando dedicamos unos días de retiro espiritual o a ejercicios espirituales, una llamada de Jesús a apartarnos para compartir una mayor intimidad con Él. Jesús lo hizo en ocasiones llevándose a los discípulos a solas consigo: “Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con Él” (Mc 3,13); “tomándolos consigo, se retiró a solas hacia una ciudad llamada Betsaida” (Lc 9,10); “Él les dijo: venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco” (Mc 6,30). También cuando sube al Tabor para la Transfiguración (Mt 17,1; Mc 9,2; Lc 9,28) y en Getsemaní (Mt 26,36-37; Mc 14,32-33; Lc 22,39-40; Jn 18,1), aparta consigo a Pedro, Santiago y Juan. Por lo tanto, Jesús no sólo se retira Él a solas a orar a un lugar solitario (generalmente un monte), sino que en ocasiones también invita y lleva consigo a los apóstoles o a algunos de ellos por los que muestra una predilección especial. Podemos decir que nos invita a compartir su intimidad, a penetrar en su persona y en su

amor eterno, a descansar en Él todos nuestros agobios y todas nuestras preocupaciones, a saber reposar en Él y gustar de los bienes infinitos que nos quiere comunicar.

Y Jesús nos enseña que lo primero y fundamental para la oración es el retiro respecto del ruido: la búsqueda de la soledad y del silencio. Él fue un verdadero maestro de oración con su cuarentena en el desierto, donde hubo de afrontar las tentaciones diabólicas (Mt 4,1- 13; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13), y con su oración solitaria (Mt 14,13; Mc 1,35-39; 6,46; Lc 4,42-44; 5,15-16; 9,18; 11,1; 21,37-38). Decisiones fundamentales como la elección de los apóstoles (Mc 3,13-19; Lc 6,12-16) y la asunción definitiva de su Pasión y Muerte redentoras (Mt 26,36-45; Mc 14,32-42; Lc 22,39- 46), las tomó en solitario e intenso diálogo orante con el Padre. Incluso San Lucas coloca el Sermón de la Montaña a continuación de uno de estos momentos de oración solitaria y de la elección de los apóstoles. Como podemos observar, es sobre todo San Lucas (aunque no sólo él) el evangelista que más se fija en la oración de Jesús. Normalmente son referencias breves, escuetas, pero llenas de un riquísimo contenido y de una sublime profundidad. En los mínimos detalles que nos ofrece, podemos encontrar pautas fundamentales para la oración, como la búsqueda de lugares apartados y de momentos de la jornada más adecuados para poder alcanzar una intimidad mayor con Dios.