- Que papá o mamá les lean algo al irse a la cama. Sobre todo, con hijos que tienen dificultades para leer o les cuesta ponerse a ello. Cuando comprenden el mensaje y disfrutan con lo que oyen, comienzan a entrever que en aquellas páginas hay historias divertidas que merece la pena descubrir. La lectura cuando se ofrece como un regalo y sin pedir nada a cambio, siempre despierta el interés y las ganas de leer a medio y a largo plazo.
- Que nos vean leer. El ejemplo en educación, es el argumento más convincente porque posibilita la imitación y anima a los hijos a hacer aquello que hacen sus padres, sobre todo si tienen un prestigio para ellos.
- Leer juntos. Cuando el tutor/a dice que al hijo, la hija, le cuesta la lectura y que debe "practicar" en casa, no lo hará si se le deja solo ante el libro en su habitación. En esos momentos necesita ayuda y apoyo para que ejercite durante 10 minutos cada día. Al leer juntos, sugiero repartirse la página pactando por ejemplo: "Yo leo el primer párrafo y tú el segundo, ¿vale?". Esta actitud transmite confianza y ayuda. Hay que evitar criticar sus errores porque es importante que se sientan cómodos y con ganas de repetir al día siguiente. Si tiene dificultades para descifrar una palabra se la decimos nosotros y si se confunde leyendo "camino" por "camión", se le puede decir: "es verdad, podría decir camino porque empieza igual y se parecen mucho, pero dice camión"… y se prosigue con toda naturalidad.
- Contarles cuentos e historias. Es una actividad que gusta a chicas y chicos entre 5 y 7 años. Además, aumenta su vocabulario, desarrolla la imaginación e incrementa los lazos afectivos entre padres e hijos.
Concluyo aconsejando a los padres la lectura del libro “Como una novela” de Daniel Pennac donde expone los diez derechos del lector, entre los que destacaría -en estas edades- el derecho a leer lo que les guste, aunque no sea de gran calidad literaria, y el derecho a no terminar un libro.