¿Qué supone para los padres educar en las virtudes? Respondería que crear un clima de libertad y de sacrificio alegre. Este clima de libertad impregnado de sacrificio alegre, está basado en la imagen de un Dios que es Padre con corazón de Madre, que decide hacernos hijos suyos y dejarnos la libertad de elegir cómo queremos relacionarnos y manifestar dicha relación con Él.
El quid está en esa libertad que nos da para decidir el cómo. Sin duda alguna el cómo conlleva el “apellido” sacrificio alegre como condición que no se puede perder de vista ante el planteamiento de educar en las virtudes.
Por lo tanto, unos padres que no tengan presente que la educación conlleva sacrificio –derivado de la posibilidad de elegir que tienen las personas– es difícil que logren una buena puesta en escena si no cuentan con la resistencia de los hijos a querer hacer lo que se les propone. Han de contemplar un tiempo y oportunidades para que, estos, incorporen las virtudes a su personalidad; han de armarse de paciencia y transmitir cariño, optimismo
y confianza; han de estar abiertos a dialogar y comentar sus victorias, aparentes derrotas, afanes, ilusiones, intereses, etc.
¿En qué aspecto deberíamos fijarnos para ver lo que se debe reconducir y mejorar a la hora de comunicarnos y plantear las cosas? Yo propondría esta máxima: las palabras mueven; el ejemplo arrastra. Por supuesto que hay que hablar, explicar, razonar, corregir, felicitar… Pero sobre todo hay que ser coherentes e ir por delante. Así, es como se dota de fuerza a las palabras y a la explicación de para qué hacer las cosas…
Con el ejemplo (la puesta en escena) se traza un dibujo que hace comprensivo el sentido que tienen los encargos, el estudio, los juegos, el sufrimiento, los contratiempos, la ayuda, el ocio, la amistad, la enfermedad, etc…