Con el dedo índice en alto, enfatizando cuanto dice, y el brazo izquierdo en jarra, esta madre regaña a su hija por alguna negligencia cometida en las labores diarias, haciéndola sentir las consecuencias de su ligereza.
Quieta en el lugar, sin soltar ese típico cubo de madera de las regiones alpinas, con la cabeza gacha y haciendo unos pliegues con la mano en el delantal, la joven campesina se muestra compungida y acepta la severa amonestación, sin protestar, consciente de su descuido. Su hermano, que siente la tormenta caer a su lado, se mantiene callado
junto a ella: discreto, sin moverse ni intervenir, con la azada al hombro, tal y como le sorprendió la reprimenda. Y con ligero e instintivo ademán se cubre con el sombrero mientras mira de soslayo aparentando no enterarse demasiado.
El flaco perro, soliviantado con las voces, muestra celoso su lealtad incondicional a su dueña y la mira con atención, listo a sus órdenes, en el intento de suavizar su pena.
Como si de los focos de un teatro se tratase, Waldmüller centra toda nuestra atención en la escena, iluminándola con brillantes rayos de sol, en medio de la penumbra de esta granja en la que se amontonan desordenadamente los diversos aperos de labranza.
Ajenos a cuanto ocurre, fuera, sobre la verde pradera, dos hermanitos juegan entretenidos.
En una sociedad sana y tradicional, honra con el respeto a los mayores, más aún si se trata de los padres. “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:1-3)
Por otro lado, el afecto natural de los padres no excluye la firme corrección y la recta educación que inculca el sentido de responsabilidad que la vida exige.
V I D A
El pintor austriaco FERDINAND GORG WALDMÜLLER es sin duda uno de los más destacados representantes del llamado estilo Biedermeier. Es un género de pintura que refleja de forma especial, el pequeño y afable mundo burgués mediados del siglo XIX, ofreciéndonos una profunda y detenida descripción de los ambientes, de los objetos y del propio ritmo de la vida.
