Siempre que sea posible, en lugar de dar órdenes o hacer preguntas cuya respuesta sea sí o no, ofrecer dos opciones para que la hija, el hijo, elija una de ellas. Por ejemplo, en vez de decir "saca la basura" o preguntar "¿quieres sacar la basura?", darle la opción de que pueda elegir entre dos propuestas: "¿qué prefieres, sacar los platos del lavavajillas o sacar la basura?, ¿recoger la mesa o pasar la aspiradora?"…
Asegurarse de que se ha enterado de lo que le hemos dicho que haga. Puede suceder que no haga lo que se le indica porque, sencillamente, no se haya enterado. Si por ejemplo se le dice: “quita los zapatos del sofá”… y no los quita, habrá que asegurarse de que se ha enterado de la petición y una forma de despejar la duda es diciéndole: “repíteme lo que te he dicho”.
Mandar con gracia
Aprender a mandar con gracia. Para eso hay que ejercitarse. Con el ejercicio se consigue mejorar la forma de mandar. Por ejemplo, en lugar de decir: “prohibido comer con las manos”. Decir: “sólo puede comer con las manos quien consiga el permiso de la tía Enriqueta”.
Plantear los retos con propuestas positivas y llenas de cariño. Motiva mucho este tipo de frases:
“Que buena ocasión es esta para que demuestres el buen corazón que tienes”...
“Estoy seguro/ra de que sorprenderás a todos con tu buena conducta”...
“Estoy contenta/o de tu modo de ser, pero puedes mejorar y te voy a decir cómo”...
Para terminar. Hay que decirles que sus logros y esfuerzos, por pequeños que sean, son pasos hacia el éxito y que es infinitamente más positivo emprender algo que no hacer nada porque, aunque lo que se emprenda salga mal, no es un fracaso si sirve para aprender ante nuevos retos.