San Adrián fue un mártir de la Iglesia Católica que vivió en tiempos de la última y más terrible de las persecuciones que padecieron los primeros cristianos promovida por el emperador romano Diocleciano.
Según algunos registros en griego y latín, Adrián fue oficial de la guardia del emperador Galerio y por lo tanto perseguidor de cristianos. Sin embargo, un día estando presente en el juicio y tortura de veintidós mártires, quedó tan impresionado que decidió convertirse al cristianismo.
El santo vivió terribles tormentos después de ser apresado junto a algunos compañeros durante un viaje a la ciudad de Cesárea, cuando visitaba a unos cristianos. Inmediatamente fue conducido ante el gobernador de Palestina, Firmiliano, quien lo mandó azotar y desgarrar las carnes con garfios de hierro, para después ser arrojado a las fieras.
Fue decapitado cerca del año 306 en la antigua ciudad de Nicomedia (reino de Bitinia) por no acceder a renegar de su fe.