Dio su vida por defender la fe el año 327, en Persia, víctima de la persecución del rey Sapor contra los cristianos. Fue la caridad cristiana la que le valió el martirio. Sabedor, en efecto, de que en la ciudad de Hubahan estaban los cristianos hacinados en las cárceles sufriendo todo género de torturas para hacerles renegar de su fe, siendo por fin condenados a muerte y ejecutados cuando veían que nada les haría retroceder, partió Jonás hacia allí con su hermano Baraquisio para confortar y consolar a los presos. Acudían a la prisión los dos hermanos todos los días, hasta que fueron acusados por los propios carceleros ante los magistrados, quienes los condenaron también a prisión y suplicio hasta que renegasen de su fe. Viendo que era imposible, condenaron a Jonás a ser aserrado en varios trozos y arrojado a una cisterna.
Los Jonás celebran su onomástica el 11 de febrero (S. Jonás monje); el 29 de marzo (S. Jonás mártir); el 21 de septiembre (S. Jonás profeta) y el 22 de septiembre (S. Jonás presbítero y mártir).
El profeta Jonás es el personaje que dio atractivo y grandeza a este nombre. Es el quinto de los profetas menores. Era de la tribu de Zabulón y vivió durante el reinado de Jeroboam II, rey de Israel. Habiéndole mandado Dios ir a predicar a Nínive, tuvo miedo y cambió de ruta. En vez de ir hacia Nínive, se embarcó rumbo a Tarsis (España). Una tempestad hizo zozobrar la nave y a punto estuvieron de hundirse. La tripulación estaba convencida de que alguno de los pasajeros llevaba algún maleficio. Decidieron descubrir al culpable por sorteo y arrojarlo al mar. La suerte señaló a Jonás. Fueron a buscarle a la bodega, donde dormía, y él mismo, dándose cuenta que era él el responsable de la tormenta, pidió que le echasen al mar. Así lo hicieron, y fue tragado por un gran pez, probablemente un tiburón (la tradición dice que una ballena, aunque no es el Mediterráneo mar de ballenas). En el vientre del tiburón, Jonás rogó al Señor y el tiburón arrojó a Jonás en la playa. Dios le reiteró su orden de ir a Nínive; esta vez el profeta obedeció, fue a predicar a los ninivitas lo que Dios le había mandado. Se arrepintió Nínive e hizo penitencia, por lo que Dios renunció al exterminio de esa ciudad. Jonás se quejó a Dios de que hubiese cedido tan pronto ante el arrepentimiento de Nínive. La escena en que Jonás es tragado o arrojado a la playa por el gran pez, abunda en la iconografía religiosa.
La gran figura del profeta Jonás; su firme autoestima, que le hace capaz de discutir con Dios y de tomar decisiones; su valor para pedirle cuentas a Dios; su peripecia con el gran pez, hacen este nombre atractivo y simpático.