Nació en 1811 en el mismo pueblo donde nació San Juan Bosco. Una hermana suya fue la madre de otro santo: San José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata. Fue ordenado sacerdote con 21 años.
Formó más de cien sacerdotes en Turín, capital del reino de Saboya.
Como capellán de prisiones, fue ganándose a los presos uno por uno. Acompañó hasta la horca a más de 68 condenados a muerte, ni uno solo murió sin confesarse.
Fue especialmente estimado por su "don de consejo", y por su calma y su serenidad. Era algo encorvado y pequeño de estatura, pero siempre le acompañaba su sonrisa amable.
Falleció el 23 de junio de 1860, con 49 años. Su oración fúnebre la rezó su discípulo preferido: San Juan Bosco. Antes de morir escribió esta estrofa: "No será muerte sino un dulce sueño para ti, alma mía, si al morir te asiste Jesús, y te recibe la Virgen María". Fue canonizado por el Papa Pío XII en 1947.