No tenía los 30 años, cuando fue elegido superior del nuevo convento de Tamié, en las montañas de Tarentaise. Con la ayuda de Amadeo III, conde de Saboya, que tenía gran estima al Santo, San Pedro fundó un hospital para los enfermos.
En 1142 fue elegido Arzobispo de Tarentaise, donde encontró la arquidiócesis en un estado lamentable. Destinó a los mejores sacerdotes a las parroquias, fundó instituciones para la educación de la juventud y el socorro de los pobres.
En 1155, tras 13 años de gobierno de su diócesis, desapareció sin dejar huella. Se retiró a una lejana abadía cisterciense de Suiza, en donde los monjes no le reconocieron y le aceptaron como un hermano lego. Cuando sus superiores se dieron cuenta, le obligaron a regresar a su diócesis.
Con su fama de hábil pacificador, Alejandro III decidió enviarle a negociar la reconciliación entre Luis VII de Francia y Enrique II de Inglaterra, sin embargo, la paz no se produjo hasta después de la muerte de Pedro. Al volver a su diócesis, San Pedro cayó enfermo cerca de Besanconm para morir cuando le iban acercando hacia la abadía de Bellevaux. Fue Canonizado en 1191.