El emperador Constantino decretó plena libertad para practicar en todas partes la religión de Jesucristo. Durante esta época se desencadenó una crisis por el sacerdote de Alejandría, Arrio, el cual negaba la divinidad de Cristo, nuestro Señor, pero este sacerdote, estuvo presente en el Concilio de Nicea que fue celebrado en el año 325 asistiendo los obispos de todo el mundo y declarar que quien no creyese que “Jesucristo” es “Dios”, no puede pertenecer a la santa religión, de esta forma y con este ideal compusieron el “Credo” que rezamos los católicos.
Constantino regaló a San Silvestre el palacio de Letrán situado en Roma y desde entonces es cuando fue trasladada allí, la residencia de los Pontífices.
Más tarde este Pontífice decidió comenzar a construir la antigua Basílica de San Pedro en el Vaticano, y la primera Basílica de Letrán. Finalmente San Silvestre murió el 31 de diciembre del año 335.