Nacida en Lyon hacia 470; muerta en Tours (Indre-et-Loire, Francia) el 3 de Junio de 545
En 463, los burgondos habían ocupado la Borgona y una parte de Suiza. Cuando murió su rey Chilperico y le sucedió su hermano Gondebaudo, su viuda y sus hijas dejaron Lyon, la capital, y se retiraron a Ginebra. Una de las niñas, Sédéleube, se hizo religiosa; la otra, Clotilde, fue dada en matrimonio a Clodoveo, rey de los Francos (493).
Clotilde no hizo menos sanguinario a su marido; continuó éste matando los miembros de su familia y los jefes francos que le molestaban; pero junto con los obispos que ella frecuentaba, se preparaba su conversión. Había dado la autorización para que se bautizara a sus hijos. Habiendo muerto el primero, Clodoveo atribuyó la desgracia a su bautizo; como el segundo había estado a punto de morir y se había salvado, atribuyó su curación a las oraciones de la reina y al Dios a quien ella servía. Se acordó de Él, al año siguiente (496) en Tolbiac, ante los invasores alamanes. Viéndose a punto de perder, él, que siempre ganaba, gritó: «Dios de Clotilde, si me das la victoria, me hago cristiano». Venció; algunas semanas más tarde recibió el bautismo en Reims, junto con tres mil de sus guerreros; ese día la Galia franca se volvió oficialmente cristiana.
Clotilde fue una viuda (511-545) cuyo corazón materno sufrió mucho. Su hija única le fue quitada para convertirla en la esposa de un arriano, el rey de los visigodos de España. Sus hijos cometieron crímenes espantosos; Childeberto y Clotario llegaron hasta apuñalar casi ante sus ojos a los huérfanos de su hermano Clodomiro, para impedirles reinar. Este último crimen determinó a Clotilde a abandonar París, en donde Clodoveo había hecho su capital. Partió hacia Tours y ahí vivió a partir de entonces, cerca de la tumba de san Martin, hasta su muerte.