El padre de Santa Juliana se convirtió en perseguidor de los cristianos y su madre agnóstica, se hizo bautizar en secreto y se entregó a Cristo.
Eluzo, fue un senador que quiso casarse con Juliana, pero el padre de Juliana le indicó que debía asumir una condición si por cualquier circunstancia se deslizaba del compromiso con su hija, pues mientras él no fuese juez y prefecto de la ciudad, no se casarían.
Eluzo se convirtió en juez y prefecto de Nicomedia, se propuso hacerse juez y fiscal, y llegó a sus pretensiones matrimoniales con Juliana, y ésta le indicó que además debía de convertirse al Cristianismo.
En una conversación con su padre, Juliana le indicó: “mi Salvador es Jesucristo en quien tengo puesta toda mi confianza”.
Al no escuchar las razones, llegaron los tormentos esperados: estaño derretido y fuego; además de la cárcel, para darle tiempo a pensar y llevarla a un cambio de ideas. Finalmente y con 18 años, se le cortó la cabeza el 16 de febrero del 308.