Enrique defendió su patria, Alemania y atribuyó sus victorias a las oraciones de su esposa Matilde, posteriormente fue nombrado rey.
Su hijo Otón primero se enfrentó con Enrique, y como creyera que su madre Matilde estaba de parte de Enrique, la expulsó de palacio. Ella ingresó en un convento rezando allí para que sus dos hijos hicieran las paces. Y así fue, Enrique fue nombrado Duque de Baviera y firmó la paz con Otón.
Matilde decía: “Es verdad que se unieron contra mí, pero por lo menos se unieron”. Arrepentidos Enrique y Otón por haber tratado tan mal a su madre, la pidieron perdón humildemente para que volviese al palacio. Les perdonó gustosamente e indicó a Enrique que se preparara para morir, ya que le quedaba poco tiempo de vida. Y así fue.
Otón adquirió tanta confianza con su madre, que al marchar a Roma para ser coronado emperador por el Sumo Pontífice, la dejó encargada del gobierno de Alemania. Matilde fundó varios conventos y con sus 70 años pasó a la eternidad rodeada de sus hijos y nietos, murió santamente en el año 968.