Desde joven quiso ingresar en la Compañía de Jesús, pero no pudo hacerlo por la difícil situación económica de la familia hasta 1923, después de haber completado los estudios universitarios de Leyes y de haber realizado el servicio militar como oficial del Ejército. Como jesuita se formó en Chile, Argentina, España y Bélgica, lo cual le permitió conocer las actividades católico-sociales principalmente de este país. Recibió la ordenación sacerdotal en 1933 y regresó a Chile en 1936, donde comenzó sus labores apostólicas como profesor, director de ejercicios espirituales, etc. También empezó a escribir libros y opúsculos, alguno de ellos de gran repercusión como ¿Es Chile un país católico?, y fue designado Asesor Nacional de los Jóvenes Católicos (en la Acción Católica), cargo que dejó en 1944.
Fue entonces sobre todo cuando dio inicio a su gran labor social: recibió lo que se ha considerado una inspiración del Espíritu Santo para emprender una cruzada evangélica de caridad, al acoger en una noche fría y lluviosa a “un pobre con una amigdalitis aguda, tiritando, en mangas de camisa, que no tenía dónde guarecerse”. Fue el origen del “Hogar de Cristo”, porque, como expresó San Alberto Hurtado: “Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes, en la persona de tantos niños que no tienen a quien llamar padre, que carecen hace muchos años del beso de madre sobre la frente… ¡Cristo no tiene hogar!” Por eso fundó esta institución para dar hogar a Cristo en los pobres, proporcionándoles un lugar donde cobijarse y talleres donde formarlos en el trabajo: para jóvenes, para mujeres y niños, etc. Él mismo en persona iba a recoger niños abandonados y vagabundos a las barriadas más miserables para llevarlos al Hogar de Cristo, incluso pasadas las doce de la noche.
El P. Hurtado viajó a otros países en años siguientes y pudo conocer de cerca las iniciativas sociales católicas. La última etapa de su vida estuvo hondamente marcada por la inquietud y el apostolado social. Dio nacimiento a la ASICH (Acción Sindical Chilena) para “despertar en los obreros cristianos la conciencia de sindicalizarse y agrupar a los cristianos ya sindicados, para que con plena formación luchen en el interior de los sindicatos por la implantación del orden cristiano”, formando dirigentes sindicales y sin caer en la lucha de partidos políticos. Más que un sindicato, era una plataforma para la acción sindical en otros sindicatos. Sacó a la luz la revista Tribuna Sindical y escribió varios libros importantes: Humanismo Social (publicado en 1947), ¿Qué es el Cristianismo Social? El Orden Social Cristiano en los Documentos de la Jerarquía Católica (1947), Sindicalismo. Historia, teoría y práctica (1950) y Moral Social (publicado en 2004). Por toda esta labor hubo de sufrir mucho, incluso acusaciones falsas e injustas que le tachaban de comunismo; en realidad, él siempre criticó los errores del marxismo, así como del liberalismo y de la economía capitalista, y en todo momento se mantuvo fiel a la Doctrina Social de la Iglesia. Su fama en el campo social rebasó las fronteras de Chile y a principios de 1950 el episcopado boliviano le invitó a participar en la I Concentración Nacional de Dirigentes del Apostolado Económico-Social en Cochabamba.
Vivió con una ejemplaridad extraordinaria su dolorosa enfermedad final. Algunos de los testigos quedaban impresionados por el amor a la Santa Misa hasta sus últimos momentos (siempre resultaba admirable la manera devota de celebrarla). Murió el 18 de agosto de 1952 con gran fama de santidad y muy pronto se comenzaron a dar los pasos para el proceso de beatificación y canonización. Fue beatificado por San Juan Pablo II en 1994 y canonizado por Benedicto XVI en 2005.
A diferencia del “Hogar de Cristo”, que ha sido una de las grandes herencias de San Alberto Hurtado, la ASICH no perduraría por largo tiempo, pero dio impulso a otras iniciativas sindicales de cuño católico. En 1954, esta organización convocó a diversas organizaciones hispanoamericanas y fundó la “Confederación Latinoamericana de Sindicalistas Cristianos” (CLASC), que en 1968 se transformó en la “Central Latinoamericana de Trabajadores” (CLAT) con sede en Venezuela.