Supongo que a estas alturas saben quién es el cura de Ars, el patrono de los sacerdotes católicos. Su biografía es verdaderamente llamativa: nació a las afueras de Lyon, en Francia, en el seno de una familia humilde de campesinos. 

Ya he hablado en anteriores ocasiones sobre la concentración y el silencio, dos realidades, a mi modo de ver, en creciente peligro de extinción. 

Con esta tercera y última parte del capítulo dedicado a los adolescentes terminaré de escribir una síntesis del mensaje que transmití hace pocas semanas a unos bachilleres durante su graduación colegial.

Continuaré exponiendo, de manera resumida, las palabras que dirigí hace pocas semanas a unos bachilleres durante su graduación colegial, ya que entiendo que dicho mensaje puede y debe interesar a la juventud en general y a nuestros lectores en particular.

Recientemente tuve el privilegio de pronunciar un discurso en un colegio durante la graduación de sus bachilleres. Entonces les hice algunas reflexiones que me atrevo a recoger aquí, de manera resumida, porque a fin de cuentas el mensaje puede interesar a la juventud en general, y quizá también a nuestros lectores habituales.

Es muy común perder la perspectiva de las cosas cuando nos acostumbramos a ellas. Muchos de nosotros damos por sentadas un sinfín de comodidades que no valoramos, o que sí lo hacemos pero olvidamos su valor poco después.

“Toda ley divina se resume en el amor a Dios y al prójimo.