Berta le había prestado un pequeño libro que se refería a la vida de un Santo y Sara le había confesado que ella no tenía mucha fe, si bien, leería el tal libro. Había añadido que, en principio, creía en algo superior y que al fin y al cabo, “no haciendo daño a nadie…”
Unos días después Berta se presentó en casa de Sara con una maceta que contenía unos bonitos geranios. Sabía que a Sara le gustaban las flores. A decir verdad, había telefoneado antes por si su visita pudiera resultar intempestiva.
Así que Sara se alegró mucho con el simpático obsequio y le buscó un sitio en el balcón.
-¡Qué bonito –exclamó
-Sí… Sara, esta maceta es como la fe.
-¿Cómo dices?
-Mira, atiende: ahora la tienes hermosa y florida. Pero la debes cuidar, ayudarla a crecer… cultivarla. Las flores sin cultivar terminan muriendo. La fe igual, hay que cultivarla… hay que practicar… ¡y florece muy intensa, muy hermosa! Desarrollando todo lo bueno del alma.
-Te comprendo. Ciertamente tienes razón. Lo que pasa es que muchas veces no tenemos tiempo para todo… lo vamos dejando.
-Lastimosamente, es tu caso. Muchas tardes, cuando yo me encamino a la iglesia para asistir a misa de siete, te veo sentada en los bancos cercanos, sola o hablando con alguna persona aburrida. ¡Si cruzaras las puertas del recinto y entrases! Muchas devotas estamos allí, acrecentamos nuestros sentimientos cristianos con la liturgia y la homilía llamando al Bien… y luego, al salir, cambiamos impresiones amigablemente y hacemos amistades. Tú podrías intentarlo, o sea, cultivar tu fe, como la planta.
Con una medio sonrisa plasmada en su boca, Sara quedó pensativa. Al fin prometió:
-Probaré tu receta. Allí nos veremos pronto.
Por aquellós días en el país de que se trata, había elecciones y Berta, como ciudadana responsable e inteligente, tenía que votar. Llegado el momento así lo hizo. Ella votó por aquellos que ella pensaba que mejor iban a aceptar a Cristo y el cristianismo, sin rechazar el culto al Señor, que al fin, fue el primero en proteger a las mujeres, los esclavos y a los pobres y dio testimonio de ello en la Cruz. ¿Cómo la humanidad entera no le ama?
¡Cómo están dejando que la fe cristiana se debilite! Y así prolifera tanto mal…
Por la tarde encontró a Sara en misa. ¡qué bien que se hubiera decidido al fin! Estuvieron sentadas juntas, luego a Berta le encargaron leer una parte de las escrituras. Después, al final, Sara le confesó que estaba muy contenta de haber ido a misa, que tenía que hacer confesión con el Padre o con otro sacerdote para participar en la comunión y sentirse más cerca de Dios, o sentirse a sí misma.
Hay que cultivar el alma, alimentar la fe, vivir la dimensión espiritual y acostumbrar al corazón a practicar el bien, las bondades, las virtudes…
De hecho, Sara era una mujer compasiva que gustaba de ayudar a los pobres y consolar a los enfermos. Y así, leyendo los Evangelios, donde se encuentra tanto Bien, se conmovía. En aquella Iglesia encontró buenas amigas y simpáticas conocidas con las que tuvo siempre un buen trato amistoso.
Estrechó sus lazos de afecto con Berta y las dos fueron constantes en la práctica religiosa. También prometió a Berta que ella haría todo el apostolado que pudiera porque hace mucha falta que las almas se conviertan. Y ella frecuentaba lugares donde tenía oportunidad de influir. Todo iría bien y… ¡Hasta la planta de geranios estaba creciendo muy hermosa!