El pasado 17 de diciembre el Congreso de los Diputados aprobó por amplia mayoría (198 votos a favor contra 138 en contra y 2 abstenciones) la ley de la eutanasia.
Era la tercera vez que esta propuesta intentaba ser aprobada en nuestro país, pero hasta
ahora no había conseguido su objetivo.
¿Qué es lo que ha cambiado en España para que la eutanasia pase a ser aprobada en España sin apenas debate y, sobre todo, sin apenas reacción por parte de la opinión pública?
Aparte de que esta propuesta de ley ha sido presentada en el Congreso en medio de una pandemia, que ocupa la preocupación principal de la mayoría de los españoles, yo diría que fundamentalmente el éxito del reconocimiento legal del derecho a matar se debe a un factor decisivo.
Desde hace décadas la izquierda en España viene aplicando una agenda de ingeniería social con la que, año tras año, ha ido derrumbando todas las objeciones por parte de una mayoría social muy importante en nuestro país.
Lo consiguieron en los primeros años de nuestra democracia con la ley del divorcio; más tarde fue con la despenalización del aborto para tres casos supuestos; unos años más tarde fue con el reconocimiento del matrimonio homosexual y, últimamente, con el aborto libre, la ley LGTBI y, ahora, con la eutanasia.
Todo hace parte de un proceso muy cuidadoso, se diría que elaborado casi que en un laboratorio de ingeniería social, donde el propósito es ir ganando la batalla cultural, yo la llamaría Revolución Cultural, con el fin de debilitar las objeciones del adversario y fortalecer el reconocimiento de supuestos derechos sociales.
Sólo con esta perspectiva se puede entender que, a día de hoy, lamentablemente, según algunas encuestas apuntan, la mayoría de los españoles aparentemente estaría a favor de la eutanasia.
En este largo proceso, el impacto sicológico de películas de enorme divulgación como Mar adentro, u otros fenómenos de marketing social, ha sido decisivo.
Como siempre, con estos temas de profundo calado social, el debate no se produce en el terreno ideológico y mucho menos ético, sino en el terreno puramente sentimental e individual.
Me atrevería a decir que la mayoría de los españoles que dicen estar a favor de la eutanasia lo que en realidad están queriendo decir es que les gustaría que los pacientes con enfermedades terminales o graves no murieran con dolor. Probablemente aquí está la diferencia substancial entre la eutanasia y los cuidados paliativos. Los dos buscan en principio aliviar el dolor del paciente ante la proximidad de la muerte debido a una enfermedad grave, pero, en el caso de la eutanasia, lo que se hace es acelerar la muerte de la persona, porque se quiere reconocer como un derecho fundamental que ella es la dueña de su vida.
Por el contrario, en el caso de los cuidados paliativos, es justamente todo lo contrario, por amor a la vida y a la dignidad de la persona, se procura aliviar el sufrimiento de la persona, con el fin de que pueda tener una muerte sin sufrimiento.
Con esta nueva ley, España se sitúa entre los primeros países del mundo –en concreto, el sexto- en reconocer la eutanasia como un derecho social. Y, por el contrario, se sitúa en el puesto 31, de los 51 países analizados en los Cuidados Paliativos. Saquen sus propias conclusiones