Tenemos “más cerca” a un amigo, un colega, que vive en otro país. Podemos contactar a diario con un familiar que vive en otra ciudad, pero -al mismo tiempo- tendemos a ignorar a quienes conviven con nosotros, dañando, así, las relaciones de convivencia.
Un estudio hecho por el CIS en el año 2016 refleja cómo afecta el uso del móvil en la comunicación y los resultados del estudio son muy llamativos:
- El 68% de los encuestados afirma que, el uso desordenado del móvil, está perjudicando la relación padres-hijos.
- Un 52% afirma que ya ha provocado una interferencia significativa en la comunicación de pareja.
- Un 40% afirma que ha provocado un desinterés por la relación con los abuelos.
- Y respecto a la protección de la intimidad hay quejas en un 81% de los encuestados.
Si a esto le añadimos que un 52% de las personas afirman que el uso del móvil genera un aumento de los conflictos familiares y que elimina el tiempo que la familia podría dedicarlo a “hacer cosas juntos”… hemos de reconocer que estamos ante un grave problema que requiere detenerse a pensar en soluciones.
En uno de los últimos programas de radio que llevo sobre Educación de los hijos proponía lo siguiente:
- Ayudar con el ejemplo en casa evitando usar el móvil, si no es un caso de urgencia.
- Aprovechar las situaciones que encontréis de grupos de personas que, estando juntas, no se hablan porque cada una está “sumergida” en su móvil.
- En el hogar debe haber conversaciones pedagógicas con los hijos en las que se les explique las consecuencias que tiene la adicción. Ponerles ejemplos de personas que se han “enganchado” a las máquinas tragaperras, al juego de apuestas, etc., y las consecuencias negativas que ha originado dicha adicción en sus familias.
- Una pista: si no puedes aguantar mucho tiempo sin mandar un mensaje… ¡ya estás enganchada/enganchado!
Decirles con convicción: el teléfono móvil es un dispositivo que está a tu servicio, tú eres su dueña/dueño, no su esclava/esclavo, no dejes que succione tu cabeza.