Algunas de las prácticas ascéticas que venimos comentando como el yoga, así como otras más con finalidades semejantes, han sido recogidas y desarrolladas también por varias corrientes filosóficas y religiosas surgidas del hinduismo, en especial el jainismo y el budismo; ambos a su vez presentan numerosas variantes internas, escuelas y sectas. Y uno y otro, igualmente, parten de las ideas del karma y de la metempsícosis o transmigración de las almas (reencarnación y paso de las almas de un cuerpo a otro, ya humano, ya animal, ya vegetal). Es precisamente por medio de tales prácticas como buscan la liberación temporal y la definitiva de estas realidades, de sus consecuencias y de sus causas. La liberación definitiva de la realidad a la que está sometido el hombre y todo el cosmos es conocida como nirvana en el budismo y mokhsa en el jainismo, y en los dos casos se halla bastante inclinada hacia aspectos de tipo panteísta, que conllevan una aniquilación del ser personal.
El jainismo, religión de la India derivada del hinduismo, cuenta entre sus prácticas con la ahimsa o “no violencia”, concepto que tuvo gran aceptación dentro del movimiento pacifista de los años 60 en Occidente. Además, propone grandes austeridades (tapas), que contemplan incluso la muerte voluntaria por inanición, algo totalmente reprobado por el catolicismo, dada la valoración que éste otorga a la vida humana como un don de Dios.
El budismo, en el planteamiento de sus “Cuatro Nobles Verdades”, insiste en el “deseo”, la “sed”, el “ansia de vivir” (por tales conceptos puede traducirse el término trishna) como causa del dolor, y considera que para suprimir éste hay que suprimir su raíz, utilizando métodos como, por ejemplo, la meditación y el yoga. La metafísica budista, por otro lado, entra en abierta contraposición con la cristiana, pues para aquélla sólo hay fenómenos que se suceden; para el budismo, el ser, como tal, no existe: sólo hay estados sucesivos, un flujo incesante de fenómenos, así que se afirma la momentaneidad de todo (nada permanece, todo es pasajero). En el budismo, el karma es la causa de ese flujo continuo, como una ley de causalidad, y en relación con esta visión se halla también la metempsícosis o reencarnación, cuyo motor es el deseo de vivir. Así que para extinguir el deseo de vivir, se puede contar con el ascetismo, la meditación y el yoga, medios con los que se podrá llegar a alcanzar el nirvana o liberación, un estado místico en que se supera toda esa realidad.
Conclusiones (I)
El yoga y otros “métodos orientales”, entendidos adecuada y completamente, no pueden ser considerados de forma parcial ni superficial por sus aspectos externos de relajación física y mental, técnicas de respiración, posturas y movimientos, etc., sino que parten de unos supuestos que hunden sus raíces más profundas en unas doctrinas filosófico-religiosas, cuyo núcleo central (si no se le quiere dar el nombre de dogma), el karma, es totalmente opuesto a la fe católica, así como otras consecuencias derivadas del mismo.
La Iglesia Católica reconoce lo positivo de estas corrientes filosóficas y religiosas nacidas, en su entraña más profunda, del deseo de hallar la Verdad, de buscar a Dios, deseo que el mismo Creador ha puesto en la mente y el corazón de todos los hombres, y por ello pueden servir de cauce para acercarse a Él a aquellas personas que no han conocido la Revelación cristiana. Pero eso no significa que sus doctrinas estén exentas de errores, tal como se ha ido viendo, ni que los católicos deban contribuir a su difusión, sino que, por el contrario, el deber auténtico de caridad ha de mover a anunciar, también hacia los seguidores de esas corrientes, la plenitud de la Verdad revelada en y por Aquél que se ha manifestado a Sí mismo como “el Camino, la Verdad y la Vida”.