Traigo de nuevo a mis páginas de pinceladas “La fiesta del pan en Castilla”, este descomunal lienzo de Sorolla, catorce metros de largo por tres y medio de alto, el mayor de su serie “Visión de España”, y me sirvo de él como ejemplo del concepto de pueblo en contraposición al de masa.
La escena muestra la alegría, el bullicio, la solemnidad y el colorido de las fiestas y tradiciones populares. En todos los personajes, incluso en los niños, apreciamos una profunda noción de la propia dignidad. Es el deslumbrante retrato de la exuberancia de vida de un verdadero pueblo.
“Hay quienes confunden pueblo y masa –dice Tino Novoa en un artículo aparecido en septiembre de 2017 en el periódico “La Voz de Galicia”–. Son los agitadores que pretenden hacer de las calles el altar de la política. Esos que reducen la política a unas cuantas ideas simples de profunda carga emocional para movilizar fácilmente a la gente. Nada novedoso. Después de todo, la democracia es un fenómeno propio de la sociedad de masas. Pero algunos siguen en la versión infantil de la democracia popular de principios del siglo pasado, que desembocó en lo que todos sabemos y que es mejor no recordar.” Así de claro.
Pueblo y masa —Doctrina Pontificia—
Pío XII, en su Radiomensaje de Navidad de 1944, explica muy bien la diferencia entre pueblo y masa:
1.- “El pueblo vive y se mueve con vida propia; la masa es de por sí inerte y no puede ser movida sino desde fuera.”
2.- “El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales –en su propio puesto y a su manera–, es una persona consciente de sus propias responsabilidades y convicciones.
La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en las manos de cualquiera que sepa manejar sus instintos o sus impresiones, pronta para seguir alternadamente hoy esta bandera, mañana aquella otra.”
3.- “De la exuberancia de vida de un verdadero pueblo, la vida se esparce, abundante y rica, por el Estado y por todos sus órganos, infundiendo en ellos, con vigor incesantemente renovado, la conciencia de su propia responsabilidad, el verdadero sentido del bien común.”
A continuación, el Pontífice distingue entre verdadera y falsa democracia: la primera es corolario de la existencia de un verdadero pueblo; la segunda es consecuencia, a su vez, de la reducción del pueblo a la condición de mera masa humana.
4.- “De ello se desprende claramente otra conclusión: la masa –tal como acabamos de definirla– es la enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad.”
5.- “En un pueblo digno de este nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su propia libertad unida al respeto a la libertad y a la dignidad de los demás.”
Pueblo y desigualdades proporcionadas —Doctrina Pontificia—
“En un pueblo digno de este nombre, todas las desigualdades, que no nacen del arbitrio, sino de la propia naturaleza de las cosas, desigualdades de cultura, de riquezas, de posición social –sin perjuicio, claro está, de la justicia y de la caridad mutua–, no son de hecho un obstáculo para que exista y predomine un auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad.
Por el contrario, lejos de perjudicar de ningún modo la igualdad civil, dichas desigualdades le confieren su legítimo significado; es decir, que, frente al Estado, cada uno tiene el derecho de vivir honradamente su propia vida personal en el puesto y en las condiciones en que los designios y las disposiciones de la Providencia le han colocado.”
Esta definición de la genuina y legítima igualdad civil, así como de los correlativos conceptos de fraternidad y comunidad mencionados en el mismo párrafo, esclarece, a su vez, con gran riqueza de pensamiento y propiedad de expresión, lo que son según la doctrina católica la verdadera igualdad, fraternidad y comunidad; igualdad y fraternidad éstas, radicalmente opuestas a aquellas que, en el siglo XVI, las sectas protestantes instauraron en mayor o menor medida en sus respectivas estructuras eclesiásticas, como también al tristemente célebre trilogía que la Revolución Francesa y sus adeptos enarbolaron en todo el mundo como lema en el orden civil y social, y que la Revolución comunista de 1917 extendió, por fin, al orden socio-económico.
Esta observación es particularmente importante si se toma en consideración que, en el lenguaje usado corrientemente tanto en las conversaciones particulares como en los mass–media, estas palabras son entendidas en el sentido erróneo en la mayoría de los casos.
Y es que, en una democracia desvirtuada la libertad se transforma en tiranía y la igualdad degenera en nivelación mecánica.
Y ahora sí, hechas estas observaciones, te dejo disfrutar de la Fiesta del Pan.
Pío XII. Discorsi e Radiomessaggi, Tipografía Políglotta Vaticana, vol. VI, pp. 239-240.
Plinio Corrêa de Oliveira. Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana, Cap. III. Editorial Fernando III el Santo, Madrid 1993.