cuya reseña había leído en una revista, habiéndole interesado sobremanera. Fulgencia leía mucho. Por los andurriales donde vivía no había grandes librerías, por tanto cuando deseaba un libro, tenía que encargarle a Mónica, la librera, con tiempo, que se lo trajera.
Fulgencia era muy selectiva en sus lecturas y disfrutaba mucho cuando un libro era bueno, bien redactado y trataba sobre datos de paz, de bondad; era profundo, espiritual… un poco apartado del mundo frívolo, que en el ambiente se muestra, del vértigo, las pasiones, los engaños; ese mundo frenético y alocado en el que estamos envueltos, si bien, también existen otros mundos además del que parece predominar.
Ella buscaba siempre “algo más” en sus lecturas.
Así pues, le dijo a Mónica, la dependienta:
- ¿Me podrías traer un libro que se titula “Ascética de pensamiento, para las almas sanas”? Mira, aquí tienes anotado el autor y el editor, ¿sabes su precio?
Mónica lo consultó en el ordenador, que tenía sobre el mostrador, le dio los datos solicitados y el día en que posiblemente lo tendría. Después esbozó una risita y estuvo a punto de decir algo, pero se arrepintió. Mas Fulgencia, que lo había captado, inquirió:
- Ibas a comentar algo… ¡dilo!
- Pues te lo contaré. Hay en el barrio un muchacho que me encarga siempre los mismos libros que tú.
- ¡Ah!, ¿sí?
- Ya lo creo, cuando me pediste aquel de “La fe, luz para el camino”, él también me lo había pedido, traje los dos. Y cuando me pediste “En lo más profundo del alma cristiana”, sucedió lo mismo. Y cuando…. Y le mencionó unos cuantos títulos más cuya compra por parte de Fulgencia, había coincidido con la de Patricio.
- ¡Pues vaya! Estoy asombrada. Primera noticia. Ya puestos, dale a ese muchacho un saludo de mi parte.
- Lo haré con mucho gusto.
Transmisión de pensamientos
Patricio pensaba de modo parecido a Fulgencia, que el mundo es una olla de grillos, llega la “marcha” y nadie está preparado, porque ha perdido su alma en frivolidades y pasiones. Y los peores, en terribles hechos, que no hay orden, ni paz, la gente no sabe entenderse. No se medita... no se reza… no se leen buenos libros, aunque algunos sí son fieles a ello. Y cuando se acercó a encargarle otro título a Mónica, ésta le refirió lo que había hablado con Fulgencia y cómo le mencionó a él.
Patricio celebró mucho la coincidencia. Le gustaría conocer a una chica así. ¿Cómo podría hacerlo?
- Eso es fácil, tengo aquí su teléfono y así cuando llegue su encargo le aviso. Es una chica muy afable, guapa, lista…
- ¡No me digas más! Quiero ficharla para un estudio que voy a escribir pronto…
Mónica sonrió, satisfecha y pensó: “a ver si va a salir un noviazgo de aquí”. Y se los imaginó, tan guapos los dos, siendo con el tiempo un papá y una mamá responsables con preciosos niños…
Mónica era una soñadora.
Todo llega
Patricio la telefoneó y se explicó; ella aceptó quedar con él en la cafetería cercana. Charlaron de todas esas cosas a gusto. ¡Qué bien coincidir en esas cosas fundamentales, trazando una línea de vida que a los dos les daría el Norte para vivir en paz. ¡Y si se enamoraban…!
Para el próximo encuentro quedaron en la Parroquia, a la que asistía la joven, en Misa. La chica era la encargada de leer una de las lecturas. Según él, tenía una voz muy bonita, femenina y un acento muy dulce al hablar. Y estaba encantado.
Le habló de su proyecto. Quería ir publicando unos cuadernillos dedicados a mover a la gente a la fe y a todo lo espiritual, a intentar progresar y que los que piensan y sienten parecido se encontrasen en el Club, que entonces él promovería… y… más cosas.
Cada día más unidos en sus proyectos
Patricio y Fulgencia estaban predestinados el uno para el otro. Y de ese modo…
De ese modo, más adelante unirían sus vidas en el proyecto de la Familia, más el Apostolado, con un amor profundo. Por supuesto, en su boda, Mónica será la invitada de honor.
Siempre es un regalo divino que Dios permita que dos almas gemelas se encuentren y puedan unir sus corazones igual que unidas están sus ideas.