Si atendemos a lo característico del personaje principal veríamos que sobre él recae la acción de pensar, decidir, hacer, etc. Puede escuchar y dejarse aconsejar, pero es él, ella, como protagonista, quien tiene que llevar a cabo aquello que tiene encomendado en el guión. Si es sustituido en su papel por otra persona, se vería relegado a un segundo plano y no llevaría a cabo la puesta en escena pensada para él, ella, lo que supondría un fracaso en su papel como protagonista.
Sin embargo, lo característico del papel del actor/actriz, secundario es acompañar al actor o actriz principal, con la idea de ayudar, mostrar, sugerir… pero nunca de sustituir al protagonista.
El papel de los padres, respecto de los hijos, es el de actores secundarios que acompañan, muestran, sugieren… pero nunca debieran sustituir. Si lo hacen, interfieren en el crecimiento madurativo de la hija, del hijo, creando dependencias y actitudes pasivas que, más bien pronto que tarde, pasarán factura y llevarán a la hija, al hijo, a la sensación de fracasada, fracasado.
Una buena actuación que, como actores secundarios, pueden llevar a cabo los padres es la de enseñar a los hijos a ser autosuficientes, dándoles oportunidades de ser ellos mismos a través de la responsabilidad en pequeños encargos que se les brinda en casa. Otro buen ejercicio sería el de educar a los hijos para que puedan hacer preguntas que los padres no deberían responder directamente, a menos que quieran sustituirles y privarles del esfuerzo y la satisfacción que proporciona el dar con la solución: vivencia fundamental para la construcción de la autoestima que toda persona necesita para alcanzar la madurez.