Desde entonces residió Daniel en el palacio del rey, ante el cual ninguno podía presentarse, sin que aquel se lo permitiera. Ananías, Misael y Azarías fueron nombrados a su vez superintendentes de los agricultores de la provincia de Babilonia.
Tres jóvenes en el horno
Nabucodonosor no fue constante en el bien; después de algúntiempo llevado de su orgullo, mandó hacer una estatua de colosaltamaño; y dio orden de que, al sonido de los instrumentos de música, todos se postraran para adorarla, bajo pena de muerte a quien no obedeciera. Ananías, Misael y Azarías se negaron a adorarla. Al enterarse Nabucodonosor odenó que los arrojaran a un horno de fuego.
Pero Dios obró un gran milagro: cuando ananías, Misael, Azaría cayeron en el horno abrasador, un ángel bajó del cielo, y, colocándose entre ellos, separó las llamas e impidió que les causaran el menor daño. Y ellos, muy contentos, se paseaban en medio de las llamas del horno, alabando y bendiciendo al Señor; al paso que aquellas envolvieron a los ejecutores del real decreto y los redujeron a ceniza. Nabucodonosor, que ardía en deseos de saber la suerte que había cabido a los tres jóvenes, se acercó al horno y vio a los tres, vivos, acompañados de un ángel que alejaba de ellos las llamas. Reconoció en esto la mano del altísimo y, arrepintiéndose, les volvió a dar sus antiguos empleos.
Segundo sueño de Nabucodonosor
Nabucodonosor se olvidó de nuevo del verdadero Dios, por estó, en otro sueño que tuvo, se le anunció que muy pronto caería sobre él un terrible castigo. Le pareció ver un árbol gigantesco, cuya copa llegaba al cielo y cuyas ramas se extendian sobre toda la Tierra. Como era de hermoso follaje y estaba cargado de frutos, los pájaros hallaron en él su alimento y albergaban en sus ramas. Más he ahí que baja un ángel del cielo y grita:
Cortad este árbol, desgajad sus ramas, sacudid sus hojas, esparcid sus frutos, huyan las bestias de su sombra y las aves de sus ramas. Dejad en la Tierra sus raíces para que se unan expuestas al rocío del cielo y viva en el campo en compañía de las fieras. Su corazón se trocará en corazón de fiera, hasta que hayan pasado siete tiempos.
El rey trabajó en vano para que le interpretasen el sueño los adivinos de Babilonia. Daniel, iluminado por Dios, se los supo explicar:
Terrible es, oh rey, este sueño.
Te anuncia grandes desastres. Tú eres este árbol, cuya grandeza llegó hasta el cielo y cuyo poder se extiende por tosa la Tierra. Cortado serás, esto es, no solamente depuesto del trono, sino separado del trato de los hombres. Siete años vivirás entre fieras, alimentándote como ellas con hierba y heno. Sin embargo, quedará la raíz, porque después de haber pasado siete años, cuando hayas conocido que existe un Dios, Señor de todos los reinos, los cuales da a quien le place, recobrarás tu primer estado y el trono. Sigue, pues, mi consejo, oh rey, y aleja de ti, con buenas obras, al castigo que te aguarda; y, con limosnas, alcanza el perdón de tus pecados; tal vez el Señor se apiade de ti.
Se cumplen las divinas amenazas
El rey no se cuidó de aplacar la cólera de Dios, como se lo había aconsejado Daniel; por esto las amenazas divinas se cumplieron tal como fueron anunciadas. Un día Nabucodonosor se paseaba en su palacio, henchido de soberbia, al contemplar su grandeza, y decía:
¿No es ésta, acaso, la gran Babilonia, edificada por mi para sede de mi imperio, en el esplendor de mi poder y en la gloria de mi magnificencia?
No había aún acabado de hablar cuando oyó una voz del cielo que decía:
A ti te hablo, oh rey, dejarás tu reino, u los bosques serán tu morada, tu compañía las fieras, y la hierba y el heno tu alimento. Así permanecerás hasta que conozcas que los reinos de los hombres están en manos de Dios.
En ese mismo momento Nobucodonosor quedó convertido en bestia y le crecieron las uñas como a una fiera. Expulsado del palacio, huyó a los bosques; y vivió siete años con las fieras alimentándose con heno y hierbas.
Pasado este tiempo volvió en sí, levantó los ojos al cielo y pidió al Señor que se apiadara de él y que le perdonara, confesando que Él solo era el rey del cielo y de la Tierra.
El Señor le escuchó, le devolvió su forma humana y le sentó nuevamente en el trono con mayor brillo y gloria que antes (Año del mundo 3442).
Sólo Dios es todopoderoso, y puede ensalzar a los humildes y humillar a los soberbios.
Historia Sagrada. San Juan Bosco