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Derrota final del arrianismo

Derrota fina del arrianismo

La primera señal de este cambio fue el Concilio de Sárdica, de 343, presidido por Osio, en el cual, a pesar de la oposición de los arrianos, se volvió a proclamar el símbolo de Nicea.
El segundo triunfo fue la vuelta del destierro de San Anastasio y su entrada triunfal en Alejandría, en octubre de 346. La verdadera significación del triunfo de la ortodoxia la manifiesta la actitud de muchos obispos arrianos, en particular de sus jefes Ursacio y Valente, quienes pidieron al Papa ser recibidos en la Iglesia.
Nuevos avances arrianos 
Con la muerte de Constante, el año 350, y del Papa Julio, en 352, volvieron los arrianos a recobrar sus fuerzas, y desde 353 a 360 celebraron sus mayores triunfos.
Desde el año 351 publicaron las cuatro fórmulas de Sirmio. El año 353 celebraron el sínodo de Arlés, que fue un tejido de intrigas de Ursacio y Valente. En 355 tuvo lugar el sínodo de Milán, que significa un gran triunfo de la violencia arriana, apoyada por Constancio. A esto siguieron los actos violentos de Alejandría de 356, en que a duras penas pudo San Anastasio escapar al desierto. El arrianismo estaba en su apogeo.
Cuestión del Papa Liberio
Una vez arrojado violentamente de su sede Atanasio, quisieron doblegar al Papa Liberio. Así, pues, como no consiguieran nada con sus halagos, apoyados siempre por Constancio, lo llevaron al destierro de Tracia. Allí estuvo unos dos años; pero de hecho, en 358, pudo volver a Roma. ¿Qué hizo, pues, para que el emperador lo dejara en libertad? En esto consiste la cuestión del Papa Liberio.
Lo que está más conforme con los documentos históricos es que Liberio admitió, en efecto, la tercera fórmula de Sirmio, que se le puso como condición para volver. Ahora bien: como esa fórmula tiene sentido ortodoxo, el Papa no erró en la fe. Esto se confirma teniendo presente que Liberio, vuelto a Roma, puso en claro su intención ortodoxa.
Supuesta caída de Osio

Como contra Liberio, así también lucharon los arrianos contra Osio, por su significación como padre de los Concilios y columna de la fe. No pudiendo derribarlo, lo condujeron al destierro, y según luego publicaron, e incluso fue admitido por San Atanasio, San Hilario y otros, claudicó, uniéndose a ellos y condenando a Atanasio. Al referir éste la caída, añade que fue una debilidad senil, pues ya contaba unos noventa años, y que aun de ella se arrepintió poco después.
¿Qué hay que decir sobre esta caída de Osio? En primer lugar, si se admite la caída, hay que hacerlo con las atenuantes de San Atanasio. Sin embargo, parece más probable la negación de tal caída. En realidad, está mucho más conforme con todos los antecedentes de Osio. Los testimonios de San Atanasio y de todos los otros autores antiguos se explican como información tendenciosa que pudieron dar al mismo Atanasio los arrianos.
Concilio de Rímini-Seleucia
De hecho, pues, el arrianismo, en la forma moderada de los llamados semiarrianos, o bien homeusianos, que admitían semejanza más o menos perfecta del Hijo con el Padre, había llegado a su apogeo. La expresión más clara de él fue el célebre sínodo doble, de Rímini para los occidentales, y Seleucia para los orientales, el año 359. Todo él fue un tejido de intrigas y violencias. La fórmula impuesta por Constancio, que era la cuarta de Sirmio, modificada, es conocida como fórmula de Nike, ciudad donde se dio. Esta misma fórmula volvió a ser proclamada en el sínodo arriano de Constantinopla de 360. Ante la noticia de esta defección general, se refiere que exclamó San Jerónimo: "Todo el orbe gimió, admirado de verse arriano."
Derrota final del arrianismo  
Mas como este apogeo del arrianismo se basaba en el apoyo imperial, al faltarle éste por la muerte de Constancio, en 361, se deshizo rápidamente. Al subir al trono Juliano el Apóstata, dejó absoluta libertad a todos; Atanasio pudo volver del destierro, y emprendió una campaña de atracción, y, poco a poco, la mayor parte de los semiarrianos se fueron reconciliando con la Iglesia.
El reinado de Valente (364-378) reanimó a los arrianos; mas como favorecía a los rígidos, los moderados se fueron convirtiendo. Los únicos que lo defendieron todavía un par de signos fueron los visigodos y otros pueblos invasores.

Compendio de Historia de la Iglesia Católica
Bernardino Llorca, S.F.